Page 90 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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—Si me lo preguntan —dijo Edmundo—, diría que se parece a algún lugar en el mundo
de Narnia. Miren esas montañas allá adelante, y las grandes montañas de hielo más allá de
ellas. Estoy seguro de que se parecen a las montañas que acostumbrábamos ver desde
Narnia, las que había hacia arriba al oeste, más atrás de la Catarata, ¿no creen?
—Sí, claro que sí —exclamó Pedro—. Sólo que éstas son más grandes.
—Yo no creo que aquéllas sean parecidas a nada que haya en Narnia —dijo Lucía—.
Pero miren allá.
Señaló hacia el sur a su izquierda, y todos se detuvieron y se dieron vuelta a mirar.
—Esas colinas —dijo Lucía—, esas tan lindas llenas de bosques y las otras azules más
atrás, ¿no se parecen muchísimo a la frontera sur de Narnia?
—¡Iguales! —exclamó Edmundo, luego de un momento de silencio—. Pero si son
exactamente iguales. ¡Mira, allá está el Monte Pire con su cumbre horqueteada, y allá está el
paso hacia Archenland y todo lo demás!
Y, sin embargo, no son iguales —insistió Lucía—. Son distintas. Tienen más colorido y
me parecen estar más lejanas de lo que recuerdo, y son más..., más..., ¡oh, no sé qué...!
—Más parecidas a algo real —dijo suavemente el Señor Dígory.
De repente el Aguila Largavista extendió sus alas, se elevó a diez o veinte metros en el
aire, voló en círculos alrededor de los demás y luego aterrizó.
—Reyes y Reinas —gritó—, hemos estado todos ciegos. Estamos recién empezando a
ver donde nos encontramos. Desde allá arriba lo he visto todo: el Páramo de Ettins, el
Dique de los Castores, el Gran Río y Cair Paravel, que aún resplandece al borde del Mar de
Oriente. Narnia no ha muerto. Esta es Narnia.
—¿Pero cómo puede ser? —dijo Pedro—. Si Aslan nos dijo a nosotros los mayores
que jamás retornaríamos a Narnia, y aquí estamos.
—Sí —dijo Eustaquio—. Y vimos todo destruido y el sol en su ocaso. —Y todo es
tan diferente —comentó Lucía.
—El Aguila tiene razón —dijo el Señor Dígory—. Escucha, Pedro. Cuando Aslan dijo
que ustedes no regresarían nunca a Narnia, se refería a la Narnia en que tú pensabas. Pero
esa no era la verdadera Narnia. Esa tenía un principio y un fin. Era sólo la sombra o la copia
de la verdadera Narnia, que siempre ha estado aquí y siempre estará aquí: igual que
nuestro mundo, Inglaterra y todo lo demás, es sólo una sombra o una copia de algo en el
verdadero mundo de Aslan. No tienes que Llorar por Narnia, Lucía. Todo lo que importaba
de la antigua Narnia, todas las queridas criaturas, ha sido traído a la verdadera Narnia a
través de la puerta. Y por supuesto que es diferente; tan diferente como lo es una cosa real
de una sombra o como el estar despierto lo es de un sueño.
Su voz los removió a todos como una trompeta cuando dijo estas palabras; mas
cuando añadió en voz baja: “Todo esto lo ha dicho Platón, todo lo ha dicho Platón; Dios me
ampare, ¡qué les enseñan en esos colegios!“, los mayores rompieron a reír. Era tan
exactamente igual a lo que le habían escuchado decir hacía tanto tiempo en aquel otro
mundo donde su barba era gris en vez de dorada. El comprendió por qué se reían y se puso
a reír también. Pero muy pronto se pusieron serios otra vez: porque, como tú sabes, hay
una clase de felicidad y de admiración que te hace ponerte serio. Es demasiado buena para
malgastarla en chistes.
Es difícil de explicar en qué difería esta tierra asoleada de la antigua Narnia, como lo es
tratar de decirte qué sabor tiene la fruta en aquel lugar. Tal vez te puedas hacer una idea si