Page 89 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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Calormen.
       —Bueno, no puedo decir que me guste mucho —dijo el Perro.
       —No ha querido ofender —opinó un Perro más viejo—. Después de todo, nosotros

llamamos a nuestros cachorros Niños, cuando no se portan bien.
       —Es verdad —dijo el primer Perro—. O niñas.
       —¡S-s-h! —dijo el Perro Viejo—. No es buena educación decir eso. Recuerda dónde

estamos.
       —¡Miren! —exclamó de súbito Jill.
      Alguien se acercaba, tímidamente, hacia ellos; una criatura muy graciosa de cuatro

patas, de un color gris plateado. Lo contemplaron por más de diez segundos antes que
cinco o seis voces dijeran al unísono: “¡Pero si es Cándido!“ Nunca lo habían visto a la luz
del día y sin la piel de león, y fue una diferencia extraordinaria. Era él mismo ahora: un
bonito burro con su pelo tan suave y gris y con una cara tan amable y franca que al verlo
harías lo mismo que estaban haciendo Jill y Lucía: correr hacia él y abrazar su cuello y besar
su nariz y acariciar sus orejas.

       Cuando le preguntaron dónde había estado, dijo que había llegado a la puerta con
todas las demás criaturas pero había..., bueno, para decir la verdad, se había apartado de
ellos lo más posible; y de Aslan también. Porque el solo ver al verdadero León lo había
avergonzado de tal manera por todas esas tonterías de disfrazarse con la piel de león, que
no se atrevía a mirar a nadie a la cara. Pero cuando vio que todos sus amigos iban hacia el
oeste, y después de comerse un buen bocado de pasto (“y jamás he probado un pasto tan
bueno en toda mi vida”, dijo Cándido), se armó de valor y los siguió.

       —Pero, ¿qué haré si realmente tengo que encontrarme con Aslan?, les aseguro que
       no lo sé —añadió.

       —Verás que todo saldrá bien cuando realmente lo conozcas —dijo la Reina Lucía.
       Entonces continuaron todos juntos, siempre rumbo al oeste, pues esa parecía ser la
dirección que Aslan había querido indicarles cuando gritó “Más hacia arriba y más hacia
adentro”. Muchas otras criaturas se encaminaban lentamente en ese mismo rumbo, pero
aquella tierra cubierta de hierba era inmensa y no se hacían aglomeraciones.
       Parecía ser temprano todavía y el frescor de la mañana se sentía en el aire. Seguían
deteniéndose para mirar en rededor y para mirar hacia atrás, en parte porque era todo tan
bonito, pero en parte también porque había algo que no lograban comprender.
       —Pedro —dijo Lucía-, ¿dónde crees que esté esto?
       —No lo sé —repuso el gran Rey—. Me recuerda algún lugar, pero no logro darle un
nombre. ¿Podría ser alguna parte donde hayamos pasado unas vacaciones cuando éramos
muy, muy chicos?
       —Tendrían que haber sido unas vacaciones tremendamente buenas —dijo
Eustaquio—. Apuesto a que no hay un país como éste en ningún lugar de nuestro mundo.
¿Has visto los colores? No podrías conseguir un azul como el azul de aquellas montañas allá
en nuestro mundo.
       —¿No será la tierra de Aslan? —preguntó Tirian.
       —No se parece al país de Aslan en la cima de esa montaña más allá del confín oriental
del mundo —dijo Jill—. Yo he estado allí.
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