Page 95 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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grande de lo que parecía desde afuera. Pero nadie tuvo tiempo de pensar en eso, porque de
todas partes venía gente a recibir a los recién llegados.
Todos aquellos de quienes hayas oído hablar (si conoces la historia de esos países)
parecían estar allí. Estaban el Búho Plumaluz y el Renacuajo del Pantano, Barroquejón, y el
Rey Rilian el Desencantado, y su madre, la hija de la Estrella, y su abuelo, el propio Caspian. Y
junto a él estaban el Señor Drinian y el Señor Berne y el Enano Trumpkin, y Cazatrufas el
buen Tejón, con el Centauro Vendaval y una centena de otros héroes de la Gran Guerra de
la Liberación. Y luego por otro lado venían Cor, el Rey de Archenland con el Rey Lune, su
padre, y su esposa, la Reina Aravis y el valiente príncipe Corin Puño de Trueno, su hermano,
y el Caballo Bri y la Yegua Juin. Y luego —lo que fue una maravilla por encima de todas las
maravillas para Tirian venían desde el pasado más remoto los dos buenos Castores y
Tumnus el Fauno. Y hubo un alboroto de saludos y besos y darse la mano y recordar viejos
chistes (no tienes idea lo bien que suena un chiste viejo cuando lo vuelves a sacar a luz
después de un reposo de quinientos o seiscientos años) y todo el grupo se encaminó hacia
el centro del huerto donde el Fénix estaba sentado en un árbol mirándolos a todos hacia
abajo y bajo aquel árbol había dos tronos y en esos tronos un Rey y una Reina tan grandes y
hermosos que todos hicieron ante ellos una profunda reverencia. Y habían de hacerlo, pues
eran el Rey Francisco y la Reina Elena, de quienes descendían todos los más antiguos Reyes
de Narnia y de Archenland. Y Tirian se sintió como te sentirías tú si te llevaran delante de
Adán y Eva en toda su gloria.
Cerca de una media hora más tarde, o también podría haber sido medio siglo más
tarde, ya que allá el tiempo no se parece al tiempo de aquí, Lucía seguía con su querido
amigo, su más antiguo amigo narniano, el Fauno Tumnus, mirando por la muralla de aquel
jardín y viendo toda Narnia extendida a sus pies. Pero cuando mirabas hacia abajo te dabas
cuenta de que esta colina era mucho más alta de lo que habías pensado; se hundía en
medio de imponentes acantilados a miles de metros debajo de ellos y los árboles en aquel
mundo de las profundidades no parecían mayores a unos granitos de verde sal. Después se
volvió hacia adentro nuevamente y apoyó la espalda en el muro y miró al jardín.
—Ya entiendo —dijo pensativamente al final—. Ahora entiendo. Este jardín es como el
Establo. Es mucho más grande por dentro que por fuera.
—Por supuesto, Hija de Eva —dijo el Fauno—. Mientras más alto y más adentro llegas
más grande es todo. El interior es más grande que el exterior.
Lucía miró atentamente el jardín y vio que no era en realidad un simple jardín, sino un
mundo entero, con sus propios ríos y bosques y mar y montañas. Pero no le eran
desconocidos: ella los conocía todos.
—Ya entiendo —dijo—. ¡Esto es todavía Narnia, y más real y más bella que la Narnia que
hay abajo, tal como esa fue más real y más bella que la Narnia de afuera de la puerta del
Establo! Ya entiendo..., un mundo dentro del mundo, Narnia dentro de Narnia...
—Sí —repuso el señor Tumnus—, como una cebolla, excepto que a medida que
continúas adentrándote, cada rodela es más grande que la última.
Y Lucía miraba para este lado y para el otro y pronto descubrió que le había sucedido
algo nuevo y hermoso. Doquiera que mirara por lejos que estuviese, una vez que ella fijaba