Page 94 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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agua de una ola al romper sube por una roca en la punta de alguna bahía. Aunque la ladera
era tan inclinada como el techo de una casa y el pasto terso como un campo de golf, nadie
resbaló. Sólo al llegar a la cumbre aminoraron la velocidad; fue porque se encontraron
frente a enormes puertas de oro. Y por un momento nadie tuvo el valor de comprobar si
estaban abiertas. Sentían la misma sensación que tuvieron con la fruta. “¿Nos atrevemos?
¿Será correcto? ¿Serán para
nosotros?”
Pero mientras estaban en eso, un potente cuerno, maravillosamente bajo y dulce,
sonó desde alguna parte dentro de aquel jardín amurallado y las puertas se abrieron de par
en par.
Tirian se quedó reteniendo el aliento y preguntándose quién iría a salir. Y lo que salió
fue lo último que hubiesen esperado: un pequeño y lustroso Ratón que Habla de ojos
brillantes, con una pluma roja prendida en una diadema sobre su cabeza y su pata izquierda
reposando sobre una larga espada. Hizo una reverencia, la más graciosa reverencia, y dijo
con su voz chillona:
—Bienvenidos, en nombre del León. Vengan más arriba y más adentro.
Entonces Tirian vio al Rey Pedro y al Rey Edmundo y a la Reina Lucía precipitarse hacia
adelante y arrodillarse y saludar al ratón gritando: “¡Rípichip!“
Y la respiración de Tirian se aceleró de puro asombro, pues se dio cuenta de que estaba
contemplando a uno de los grandes héroes de Narnia, el Ratón Rípichip, que combatió en la
gran Batalla de Beruna y después navegó hasta el Fin del Mundo con el Rey Caspian el
Navegante. Pero antes de alcanzar a pensar en todo esto, sintió que dos fuertes brazos lo
abrazaban y sintió el beso de unas barbas en sus mejillas y escuchó una voz tan recordada
que decía:
—¿Qué tal, muchacho? Estáis más robusto y más alto desde la última vez que os
abracé.
Era su propio padre, el buen Rey Erlian; pero no como Tirian lo viera la última vez
cuando lo trajeron a casa pálido y herido a raíz de su lucha con el gigante, ni tampoco como
lo recordaba Tirian en sus últimos años cuando era un guerrero de cabellos grises. Este era su
padre joven y alegre como podía recordarlo de su infancia, cuando él era un niñito que
jugaba con su padre en los jardines del castillo en Cair Paravel un poco antes de irse a la
cama en las tardes de verano. Recordó el olor del pan con leche que acostumbraba comer a
la cena.
Alhaja pensó para sí: “Los dejaré conversar un poco y luego iré a saludar al buen Rey
Erlian. Hartas manzanas deliciosas me dio cuando no era más que un potrillo”. Pero luego
encontró otra cosa en qué pensar, pues por la puerta venía un caballo tan enorme y noble
que hasta un Unicornio se sentiría tímido en su presencia: un gran caballo alado. Miró un
momento al Señor Dígory y a la Señora Polly y relinchó: “¡Ustedes, mis amigos queridos!“ y
ambos gritaron: “¡Volante! ¡Mi querido Volante! “ y se abalanzaron a besarlo.
Pero en ese momento el Ratón los urgía a entrar. De modo que todos entraron por las
puertas de oro, al delicioso aroma que les llegaba desde ese jardín y a la fresca mezcla de luz
de sol y sombra de árboles, caminando encima de un césped ligero enteramente salpicado
de flores blancas. Lo primero que les impresionó a todos fue que el lugar era mucho más