Page 74 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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habría usado para algún importante festín en Cair Paravel. (Pero en Narnia nunca la ropa
elegante fue incómoda. Sabían hacer ropas que sentaban bien al mismo tiempo que lucían
hermosas; y no había cosas como almidón o franela o elástico en ningún rincón del país).
—Señor —dijo Jill, adelantándose y haciendo una graciosa reverencia—, déjame
presentarte al gran Rey Pedro, el Rey sobre todos los Reyes de Narnia.
Tirian no tuvo necesidad de preguntar cuál era el gran Rey, pues recordaba su rostro (a
pesar de que aquí se veía lejos mucho más noble), que había visto en sueños. Dio un paso
adelante, hincó una rodilla en el suelo y besó la mano de Pedro.
—Gran Rey —dijo—. Bienvenido a mí.
Y el gran Rey lo hizo alzarse y lo besó en ambas mejillas, como debe hacer un gran Rey.
Luego lo condujo hasta donde se hallaba la mayor de las Reinas —pero tampoco era
anciana, no tenía canas en su cabeza ni arrugas en sus mejillas— y dijo:
—Caballero, ésta es aquella Señora Polly que vino a Narnia el Primer Día, cuando
Aslan hizo que brotaran los árboles y que las Bestias hablaran.
Lo llevó junto a un hombre cuya barba dorada caía sobre su pecho y cuyo semblante
rebosaba sabiduría.
—Y éste es mi hermano, el Rey Edmundo; y ésta es mi hermana, la Reina Lucía.
—Señor —dijo Tirian, una vez que los hubo saludado a todos—. Si he leído
correctamente las crónicas, debería haber alguien más. ¿No tenía Su Majestad dos
hermanas? ¿Dónde está la Reina Susana?
—Mi hermana Susana —repuso Pedro, en tono serio y cortante— ya no es más amiga
de Narnia.
—Sí —dijo Eustaquio—, y cada vez que tratas de hacerla venir para conversar sobre
Narnia o hacer algo por Narnia, siempre dice: “¡Qué memoria tan maravillosa tienen
ustedes! Mira que seguir pensando en esos juegos divertidos que solíamos jugar cuando
éramos chicos”.
—¡Ah!, Susana —lamentó Jill— sólo se interesa actualmente en medias de nylon y
lápices de labios y en invitaciones. Siempre estuvo un poquito impaciente por llegar a ser
persona grande.
—Persona grande, qué va —dijo la Señora Polly—. Me gustaría que ella creciera de
verdad. Desperdició toda su época de colegio deseando tener la edad que tiene ahora, y va
a perder todo el resto de su vida tratando de conservarse de esta edad. Su gran ideal ha
sido correr a toda prisa para alcanzar lo más rápido posible la época más tonta de la vida y
luego detenerse ahí lo más que pueda.
—Bueno, no hablemos de eso ahora —dijo Pedro—. ¡Mira! Aquí hay unos deliciosos
árboles frutales. Vamos a probar sus frutos.
Y entonces, por primera vez, Tirian miró a su alrededor y comprendió lo extraña que
era esta aventura.