Page 69 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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derecha y adelantó la izquierda, y colocó una flecha en la cuerda. Hubiese querido que sus
manos no temblaran tanto. “¡Ese fue un tiro pésimo!”, dijo cuando su primera flecha partió
hacia el enemigo y voló por encima de sus cabezas. Pero ya tenía otra en la cuerda al
segundo siguiente: sabía que era la rapidez lo que contaba. Vio algo grande y negro que se
precipitaba a las caras de los calormenes. Era Largavista. Primero un hombre y luego otro
soltaron su espada y ambos levantaron las manos para defender sus ojos. En seguida, una
de sus propias flechas hirió a un hombre, y otra hirió a un lobo narniano que, al parecer, se
había unido al enemigo. Pero llevaba apenas unos escasos segundos disparando cuando
tuvo que detenerse. Con un centellear de espadas y de colmillos del Jabalí y del cuerno de
Alhaja, y con fuertes ladridos de los perros, Tirian y su grupo atacaban a sus enemigos como
si estuvieran corriendo una carrera de cien metros. Jill estaba asombrada de ver lo
desprevenidos que parecían estar los calormenes No se daba cuenta de que esto era el
resultado de su trabajo y el del Aguila. Muy pocas tropas pueden continuar mirando
fijamente al frente si están recibiendo flechas en la cara por un lado y los picotea un Aguila
por el otro. —¡Oh, qué bien! ¡Pero qué bien! —gritó Jill.

       El grupo del Rey se abría camino derecho en medio del enemigo. El Unicornio lanzaba
hombres por el aire como tú podrías lanzar el heno con una horqueta. Hasta Eustaquio le
pareció a Jill (que después de todo no sabía gran cosa sobre esgrima) que se batía
brillantemente. Los Perros agarraban las gargantas de los calormenes. ¡Iba a resultar! Por fin
lograban la victoria...

       Con un horrible y frío terror Jill advirtió algo muy raro. A pesar de que los calormenes
caían a cada golpe de espada narniano, nunca parecía disminuir su número. De hecho, eran
actualmente más de los que había cuando empezó el combate. Eran más numerosos a cada
segundo. Subían desde todos lados. Eran nuevos calormenes. Estos traían lanzas. Había tal
cantidad de ellos, que Jill casi no podía ver a sus propios amigos. Entonces escuchó la voz de
Tirian gritando:

       — ¡Atrás! ¡A la roca!
       El enemigo había recibido refuerzos. El tambor había cumplido su tarea.
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