Page 71 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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hombres contra los Enanos. El espectáculo era bastante extraño. El fuego había ido bajando;
daba mucho menos luz, y de color rojo oscuro. Hasta donde uno alcanzaba a ver, todo el lugar
de la asamblea se encontraba ahora vacío, ocupado tan sólo por los Enanos y los calormenes.
Con aquella luz uno no podía darse cuenta claramente de lo que estaba ocurriendo. Parecía
que los Enanos libraban una buena batalla. Tirian podía oír a Griffle lanzando palabrotas y al
Tarkaan gritando de cuando en cuando: “¡Agarren a todos los que puedan vivos!
¡Agárrenlos vivos! “
Como quiera que se haya desarrollado ese combate, no duró mucho. El ruido se fue
desvaneciendo. Entonces Jill vio que el Tarkaan regresaba al Establo: lo seguían once
hombres, arrastrando a once Enanos atados. (Nunca se supo si los otros habían sido
muertos o bien habían huido).
—Arrójenlos al santuario de Tash —ordenó Rishda Tarkaan.
Y después de que los once Enanos, uno tras otro, fueron empujados de un golpe o de
un puntapié dentro de aquel negro portal y la puerta se cerró nuevamente, él hizo una
profunda reverencia ante el Establo, diciendo:
—Estos también son para que ardan en ofrenda a ti, señor Tash.
Y todos los calormenes golpearon con fuerza sus escudos con la parte plana de sus
espadas y gritaron: “¡Tash! ¡Tash! ¡El gran dios Tash! ¡Tash el inexorable!” (Ya no decían más
tonterías acerca de “Tashlan” ahora).
Los del grupito que estaba junto a la roca blanca contemplaban estos
acontecimientos y murmuraban entre ellos. Habían descubierto un hilillo de agua que
bajaba por la piedra y todos habían bebido con ansias, Jill y Poggin y el Rey con sus manos,
en tanto que los cuadrúpedos bebieron a lengüetadas en la pocita que se había formado al
pie de la roca. Era tal su sed, que les pareció la más deliciosa bebida que habían tomado en
toda su vida y mientras la bebían eran perfectamente felices y no podían pensar en nada
más.
—No sé por qué tengo el presentimiento —dijo Poggin de que todos, uno por uno,
atravesaremos esa puerta oscura antes de mañana. Puedo imaginar cien muertes que
hubiera preferido a ésta.
—Realmente es una puerta siniestra —dijo Tirian—. Más parece una boca.
—¡Oh!, ¿no podemos hacer algo para acabar con esto? —exclamó Jill con voz
temblorosa.
—Nada, leal amiga —dijo Alhaja, acariciándola suavemente con su nariz—. Puede que
ésta sea para nosotros la puerta hacia el país de Aslan y que debamos cenar en su mesa
esta noche.
Rishda Tarkaan volvió la espalda al Establo y caminó lentamente hasta pararse al
frente de la roca blanca.
—Escuchad —dijo—. Si el Jabalí y los Perros y el Unicornio vienen a mí y se entregan a
merced mía, perdonaré sus vidas. El Jabalí irá a una jaula en el jardín del Tisroc, los Perros a
los caniles del Tisroc, y el Unicornio, una vez que le hayamos extirpado el cuerno, tirará un
carro. Pero el Aguila, los niños y aquel que fue Rey, serán ofrendados a Tash esta noche.
Por respuesta sólo recibió gruñidos.