Page 75 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 75
XIII DE COMO LOS ENANOS SE OPUSIERON A QUE
LOS EMBAUCARAN
Tirian había pensado, o más bien hubiese pensado si hubiera tenido tiempo para ello,
que se hallaban dentro de un pequeño establo techado de paja de unos cinco metros de
largo por dos de ancho. Pero en realidad se encontraban parados sobre el pasto con el cielo
profundamente azul arriba, y el aire que soplaba suavemente en sus caras era como el de
un día de comienzos de verano. No lejos de allí se alzaba una arboleda de espeso follaje y
bajo cada hoja asomaba el dorado o el tenue amarillo o el púrpura o el encendido rojo de
frutas que nadie ha visto en nuestro mundo. La fruta hizo a Tirian pensar que debía ser
otoño; mas había algo, que se sentía en el aire, que le dijo que debía ser a más tardar
diciembre. Todos se encaminaron hacia los árboles.
Cada uno levantó la mano para coger la fruta que más le gustó y luego cada uno se
detuvo, titubeando, por un segundo. Esta fruta era tan preciosa que cada cual pensó: “No
puede ser para mí..., seguramente no estamos autorizados para tomarla”
—No se preocupen —dijo Pedro—. Sé lo que todos estamos pensando. Pero estoy
seguro, segurísimo, de que no debemos preocuparnos. Tengo la sensación de que hemos
llegado al sitio donde todo está permitido.
—¡Allá vamos, entonces! —exclamó Eustaquio. Y todos empezaron a comer.
¿Cómo era la fruta? Desgraciadamente, nadie puede describir un sabor. Todo lo que
puedo decir es que, comparado con aquellas frutas, el pomelo más fresco que hayas
comido es desabrido y la naranja más jugosa es seca, y la pera más tierna es dura y de
cáscara áspera, y las fresas silvestres más dulces son ácidas. Y no tenían pepitas ni huesos,
ni avispas. Si alguna vez probaras esas frutas, todas las cosas más exquisitas de este mundo
te sabrían después a remedio. Pero no puedo describirlo. No podrás saber como eran a
menos que llegues a esa tierra y las pruebes tú mismo.
Cuando hubieron comido lo suficiente, Eustaquio le dijo al Rey Pedro:
—Todavía no nos has dicho cómo llegaron aquí. Estabas por explicarlo cuando
apareció el Rey Tirian.
—No hay mucho que contar —dijo Pedro—. Edmundo y yo estábamos parados en el
andén y vimos que venía el tren de ustedes. Me acuerdo que pensé que tomaba la curva
demasiado ligero. Y recuerdo que pensé que era divertido que mi gente fuera
probablemente en el mismo tren y que Lucía no lo supiera...
—¿Tú gente, gran Rey? —preguntó Tirian.
—Quiero decir mi padre y mi madre, los padres de Edmundo y de Lucía y míos.
—¿Por qué iban ellos ahí? —preguntó Jill—. ¿No querrás decir que ellos saben de
Narnia?
—No, no tienen nada que ver con Narnia. Ellos iban camino a Bristol. Yo sólo había
escuchado que partirían esa mañana. Pero Edmundo dijo que debían ir seguramente en