Page 70 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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XII POR LA PUERTA DEL ESTABLO

      Jill ya debería estar de regreso en la roca blanca, pero en su emoción de presenciar la
batalla olvidó esa parte de las órdenes. De pronto se acordó. Se volvió al instante y corrió
hacia allá, y llegó escasamente un segundo antes que los demás. Por eso fue que, durante un
momento, todos daban la espalda al enemigo. Se dieron media vuelta en cuanto llegaron a
la roca. Sus ojos se encontraron con una escena terrible.

      Un calormene corría hacia la puerta del Establo llevando algo que pateaba y
forcejeaba. Cuando pasó entre ellos y el fuego pudieron ver claramente tanto la figura del
hombre como la de lo que llevaba. Era Eustaquio.

      Tirian y el Unicornio salieron corriendo a rescatarlo. Pero ya el calormene estaba más
cerca de la puerta que ellos. Antes de que cubrieran la mitad de la distancia arrojó a
Eustaquio adentro y cerró la puerta tras de él. Media docena más de calormenes había
subido en pos de él. Se formaron en línea en el espacio abierto frente al Establo. No había
posibilidad de acercarse ahora.

       Hasta en esos momentos Jill se acordó de volver su cara hacia un lado, bien alejada de
su arco.

       —Aunque no pueda parar de lloriquear, no mojaré las cuerdas —dijo.

       —Cuidado con las flechas —dijo de súbito Poggin.
       Cada cual se puso su yelmo, encasquetándoselo hasta las narices. Los Perros se
agazaparon detrás. Pero aunque les llegaron algunas flechas, pronto se hizo evidente que
no les estaban apuntando a ellos. Griffle y sus Enanos practicaban arquería nuevamente.
Esta vez disparaban con toda frialdad contra los calormenes.
       —¡Sigan, muchachos! —se oyó gritar a Griffle—. Todos juntos. Con cuidado. No
queremos Negritos, como tampoco queremos Monicacos, ni Leones, ni Reyes. Los Enanos
con los Enanos.
       Podrás decir muchas cosas de los Enanos, pero nadie puede decir que no son
valientes. Podían haber huido fácilmente a algún lugar fuera de peligro. Prefirieron
quedarse y matar los más que pudieran de ambos lados, excepto cuando ambos bandos
eran suficientemente amables al evitarles la molestia matándose mutuamente. Querían
que Narnia fuera sólo para ellos.
       Lo que quizás no habían tomado en consideración era que los calormenes vestían
armadura y en cambio los Caballos no habían tenido ninguna protección. Además, los
calormenes tenían su líder. Rishda Tarkaan gritaba con toda su voz: —Treinta de ustedes
vigilen a esos idiotas de la roca blanca. El resto, síganme, para que les enseñemos a estos
hijos de la tierra una buena lección.

      Tirian y sus amigos, jadeantes todavía por el combate y agradeciendo los escasos
minutos de descanso, se pusieron de pie para mirar; en tanto, el Tarkaan dirigía a sus
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