Page 35 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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Estaba harto del establo y muy dispuesto a venir..., ¿no es cierto, querido Cándido?
—¡Santo Cielo! —exclamó Eustaquio—. ¡Que me zurzan! Estaba terriblemente
enojado contigo hace un rato, y todavía pienso que estuvo pésimo que te escabulleras sin
ninguno de nosotros, pero debo admitir..., bueno, quiero decir..., bueno, que fue una cosa
perfectamente sensacional lo que hiciste. Si ella fuera un muchacho, habría que armarla
caballero, ¿no es cierto, Señor?
—Si ella fuera un muchacho —dijo Tirian—, sería azotada por desobedecer las
órdenes.
Y en la oscuridad nadie pudo ver si lo dijo frunciendo el ceño o bien con una sonrisa. Al
minuto siguiente se escuchó un sonido de metal que chirriaba.
—¿Qué estás haciendo, Señor? —preguntó Alhaja, bruscamente.
—Desenvainando mi espada para cortarle la cabeza al maldito Asno —dijo Tirian con
un tono terrible de voz —. Apártate, niña.
—¡Oh!, por favor no lo hagas, por favor —imploró Jill—. De verdad, no debes hacerlo.
No fue su culpa. Todo lo inventó el Mono. El no entendía mucho. Y está muy arrepentido. Es
un burro encantador. Se llama Cándido. Y estoy abrazada a su cuello.
—Jill —dijo Tirian—, eres la más valiente y la más hábil en los bosques de todos mis
súbditos, pero también la más pícara y desobediente. Está bien, dejemos que el Asno viva.
¿Qué tienes que decir, por tu parte, Asno?
—¿Yo, Señor? —se escuchó la voz del burro—. Te aseguro que lo lamento mucho si
hice algo malo. El Mono dijo que Aslan quería que me disfrazara así. Y pensé que él sabía. Yo
no soy listo como él. Sólo hice lo que me decían. No fue nada de divertido para mi vivir en
ese establo. Ni siquiera sé qué estaba sucediendo afuera. El no me dejaba salir más de un
par de minutos por la noche. Algunos días hasta se olvidaron de darme un poco de agua.
—Señor —dijo Alhaja—. Los Enanos se acercan cada vez más. ¿Queremos
encontrarnos con ellos?
Tirian lo pensó un momento y luego, súbitamente, lanzó una larga y sonora carcajada.
Después habló, ya no en susurros.
—Por el León —dijo—. ¡Me estoy poniendo lento de mente! ¿Encontrarnos con ellos?
Por cierto que nos encontraremos con ellos. Nos enfrentaremos con cualquiera ahora.
Tenemos que mostrarles este Asno. Déjenlos ver la cosa a la que temían y reverenciaban.
Podemos mostrarles la verdad de la vil intriga del Mono. Se descubrió el secreto. Las cosas
han cambiado. Mañana colgaremos a ese Mono del árbol más alto de Narnia. Se terminaron
los susurros y los escondites y los disfraces. ¿Dónde están esos honrados Enanos? Les
tenemos buenas noticias.
Cuando has estado susurrando por horas, el simple sonido de alguien hablando en
voz alta tiene un efecto maravillosamente bullicioso. El grupo entero empezó a hablar y a
reírse; hasta Cándido levantó la cabeza y lanzó un sonoro Jojijojijiji, algo que el Mono no le
había permitido hacer durante muchos días. Entonces se encaminaron en dirección al ruido
de tambores. Se hacía constantemente más fuerte y pronto pudieron divisar también la luz
de las antorchas. Salieron a uno de esos ásperos caminos (casi no los llamaríamos caminos
en Inglaterra) que atraviesan el Páramo del Farol. Y allí, avanzando con paso enérgico,