Page 34 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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Ahora, a casa.
      Se habían vuelto y caminado unos cuantos pasos cuando Eustaquio dijo:
       —¿Dónde estás, Pole?
       No recibió respuesta.
       —¿Está Jill a tu lado, Señor? —preguntó.
       —¿Qué? —exclamó Tirian—. ¿No está al otro lado tuyo?
      Fue un momento terrible. No se atrevían a gritar, pero susurraban su nombre lo más

alto que se puede en un susurro. No hubo respuesta.
       —¿Se alejó de ti mientras yo no estaba aquí? —preguntó Tirian.
       —No la vi ni la escuché irse —dijo Eustaquio—. Pero es posible que se marchara sin

que yo supiera. Puede ser tan silenciosa como un gato; tú mismo lo has comprobado.
       En ese momento se escuchó a lo lejos el sonido de un tambor. Alhaja movió sus orejas

hacia adelante. “Enanos”, dijo.
       —Y Enanos traidores, enemigos, es lo más probable —musitó Tirian. —Y se
       aproxima algo sobre cascos, mucho más cerca —advirtió Alhaja.
       Los dos humanos y el Unicornio se quedaron inmóviles como estatuas. Tenían tantas

cosas distintas de qué preocuparse que no sabían qué hacer. El sonido de cascos se
acercaba cada vez más. Y pronto, muy junto a ellos, una voz susurró:

       —¡Hola! ¿Están todos ahí? Gracias al cielo, era la voz de Jill.

       —¿Dónde diablos te habías metido? —susurró furioso Eustaquio, porque se había
llevado un tremendo susto.

       —En el Establo —jadeó Jill, pero era una suerte de jadeo como cuando estás
batallando por aguantar la risa.

       —¡Oh! —gruñó Eustaquio —, crees que es divertido ¿no? Bueno, sólo te diré que...
       —¿Has encontrado a Alhaja, Señor? —preguntó Jill.
       —Sí. Aquí está. ¿Qué es esa bestia que viene contigo? —Es él —repuso Jill—. Pero
vámonos a casa antes de que alguien despierte.
      Y nuevamente tuvo unas pequeñas explosiones de risa.
       Los demás obedecieron en el acto, pues ya se habían quedado lo suficiente en aquel
peligroso lugar y les parecía que los tambores de los Enanos se estaban acercando. Fue sólo
después de haber caminado rumbo al sur por varios minutos que Eustaquio dijo:
       —¿Lo tienes a él? ¿Qué quieres decir?
       —El falso Aslan —respondió Jill.
       —¿Qué? —exclamó Tirian—. ¿Dónde estuviste? ¿Qué has hecho?
       —Bueno, Señor —contestó Jill—. Cuando vi que habías sacado al centinela de en medio,
pensé ¿no sería bueno que diera un vistazo dentro del establo y vea lo que hay realmente
allí? Así es que me fui, paso a paso. No me costó nada levantar el cerrojo. Claro que adentro
estaba oscuro como boca de lobo y olía como todos los establos. Entonces prendí una luz
y..., ¿podrán creerlo?, no había allí nada, excepto este viejo burro con un bulto de piel de
león amarrada por encima de su lomo. De modo que saqué mi cuchillo y le dije que tenía
que venir conmigo. En realidad, no había ninguna necesidad de amenazarlo con el cuchillo.
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