Page 40 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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Unicornio acariciaba la mejilla del Rey con su suave nariz. No trataron de consolarse
mutuamente con palabras. No era muy fácil pensar qué decir que pudiera servir de
consuelo. Tirian no soñó jamás que uno de los resultados del engaño del Mono al fabricar un
falso Aslan sería impedir que la gente creyera en el verdadero. Se había convencido de que los
Enanos se pondrían de su lado en cuanto les demostrara que habían sido burlados. Y entonces
a la noche siguiente los habría conducido al Cerro del Establo y les habría mostrado a Cándido
a todas las criaturas y todos se habrían vuelto contra el Mono y, tal vez luego de una gresca
con los calormenes, se habría terminado todo el asunto. Pero ahora parecía que no podía
contar con nadie. ¿Cuántos otros narnianos irían a reaccionar como los Enanos?

       —Alguien nos sigue, me parece —dijo Cándido de repente.
      Se detuvieron. Era cierto, se escuchaba un tamtam de pasitos tras ellos. —¡Quién
       va allí! —gritó el Rey.
       —Soy sólo yo, Señor —repuso una voz—. Yo, el Enano Poggin. Acabo de arreglármelas
para escapar de los demás. Yo estoy de tu lado, Señor, y del de Aslan. Si puedes poner una
espada enana en mi puño, daré con gusto un buen golpe al lado tuyo antes de que todo haya
terminado.
      Todos se agruparon a su alrededor y le dieron la bienvenida y lo alabaron y lo felicitaron.
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