Page 31 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 31

VI UN BUEN TRABAJO NOCTURNO

      Unas cuatro horas más tarde Tirian se tendió en una de las literas para aprovechar de
dormir un rato. Los dos niños ya estaban roncando; los había hecho ir a la cama antes que él,
porque iban a tener que estar levantados casi toda la noche y sabía que a su edad no
podrían soportarlo sin dormir un poco. Además, los había cansado bastante. Primero hizo a
Jill practicar un poco de arquería y encontró que, aunque no a los niveles de Narnia, ella no
era tan torpe. En verdad logró dispararle a un conejo (no a un conejo que habla, por
supuesto; hay montones de conejos comunes correteando por el oeste de Narnia), y ya
estaba despellejado, limpio y colgado. Descubrió que los dos niños sabían hacer estas
malolientes y repugnantes faenas; habían aprendido este tipo de cosas durante su largo
viaje por la tierra de los gigantes en la época del Príncipe Rilian. Luego trató de enseñarle a
Eustaquio a usar su espada y escudo. Eustaquio había aprendido sobradamente a batirse a
espada en sus aventuras anteriores, pero había sido con una espada recta al estilo narniano.
Nunca había manejado una curva cimitarra calormene y le fue muy difícil, porque muchos
de sus golpes son sumamente distintos y algunas de las técnicas que él había aprendido con
la espada larga tenía ahora que descartarlas. Pero Tirian encontró que tenía buena vista y
era muy rápido de pies. Le sorprendió la fuerza de ambos niños: en realidad, los dos
parecían ya ser más fuertes y grandes y mucho más adultos de lo que eran cuando los
conoció hacía pocas horas. Es uno de los efectos que a menudo produce el aire de Narnia en
los visitantes de nuestro mundo.

       Los tres acordaron que la primerísima cosa que debían hacer era regresar al Cerro del
Establo y tratar de rescatar a Alhaja, el Unicornio. Después de lo cual, si tenían éxito,
tratarían de alejarse hacia el este a reunirse con el pequeño ejército que el Centauro
Perspicaz traería de Cair Paravel.

      Un experimentado guerrero y cazador como Tirian despierta siempre a la hora que
quiere. De manera que se dio plazo hasta las nueve de esa noche y luego borró todas las
preocupaciones de su mente y se quedó profundamente dormido de inmediato. Parecía
haber pasado solo un momento cuando despertó, pero supo, por la luz y por la propia
atmósfera reinante, que había dormido el tiempo exacto. Se levantó, se colocó su casco
turbante (había dormido con la camisa de malla puesta) y después remeció a los otros dos
hasta que despertaron. Se les veía, a decir verdad, bastante tristes y deprimidos al bajar de
sus literas, bostezando a más y mejor.

       —Ahora —dijo Tirian—, vamos derecho al norte desde aquí.

      Afortunadamente es una noche estrellada, y el viaje será mucho más corto que el de
esta mañana, porque entonces vinimos dando rodeos, pero ahora iremos en línea recta. Si
nos detienen y nos hacen preguntas, ustedes dos deben guardar silencio y yo haré todo lo
que pueda para hablar como un maldito, cruel, orgulloso señor de Calormen. Si saco mi
espada, entonces tú, Eustaquio, debes hacer lo mismo y que Jill salte detrás de nosotros y se
   26   27   28   29   30   31   32   33   34   35   36