Page 69 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 69

—Gigante Rumblebuffin, su señoría —dijo el Gigante, llevando su mano a la gorra una vez más.

    —Bien, Gigante Rumblebuffin —dijo Aslan—. ¿Podrás sacarnos de este lugar?

    —Por cierto, su señoría, será un placer —contestó el Gigante—. ¡Apártense de las puertas todos ustedes, pequeños!

   Se aproximó de una zancada hasta las rejas y les dio un golpe..., otro golpe..., y otro golpe con su enorme porra. Al primer golpazo, las
puertas rechinaron; al segundo, se rompieron estrepitosamente; y al tercero, se hicieron astillas. Entonces el Gigante
embistió contra las torres, a cada lado de las puertas, y, después de unos minutos de violentos estrellones y sordos golpes,
ambas torres y un buen pedazo de muralla cayeron estruendosamente convertidas en una masa de desechos y de piedras
inservibles; y cuando la polvareda se dispersó y el aire se aclaró, para todos fue muy raro encontrarse allí, parados en ese
seco y horrible patio de piedra y ver, a través del boquete, el pasto, los árboles ondulantes, los espumosos arroyos del bosque,
las montañas azules más atrás y, más allá de todo, el cielo.

    —Estoy completamente bañado en sudor —dijo entonces el Gigante—. Creo que no estaba en muy buenas
condiciones físicas. ¿Alguna de las jóvenes señoras tendrá algo así como un pañuelo?

    —Yo tengo uno —dijo Lucía, empinándose en la punta de sus pies y alzando el pañuelo tan alto como pudo.

    —Gracias, señorita —dijo el Gigante Rumblebuffin, agachándose. Y siguió un momento más bien inquietante para
Lucía, pues se vio suspendida en el aire, entre el pulgar y los demás dedos del Gigante. Pero cuando ella se encontró cerca
de su enorme cara, éste se detuvo repentinamentey, con toda suavidad, volvió a dejarla en el suelo.

    —¡Québendito!¡Helevantadoalaniña!Perdónemeseñorita,creíqueera el pañuelo. —¡No, no!—dijoLucía,riendo—.¡Aquí

    está el pañuelo!

    Esta vez el Gigante se las arregló para tomarlo sin equivocarse; pero, para él, un pañuelo era del mismo tamaño que una
sacarinaparaustedes.Poreso,cuandoLucíavioque,contodasolemnidad, él frotaba su gran cara roja unay otra vez, ledijo:

    —Temoqueesepañuelonoleservirádenada,señorRumblebuffin.

    —De ninguna manera. De ninguna manera —dijo el Gigante cortésmente—. Es el mejor pañueloquejamáshetenido.Tan
fino, tan útil... No sé cómo describirlo.

    —¡QuéGigantetan encantador!—dijoLucíaalseñorTumnus.

    —¡Ah, sí —dijo elFauno—. Todos losBuffins lohan sido siempre.Esuna delas familias másrespetadas de Narnia. No muy inteligentes
quizás (yo nunca he conocido a un gigante que lo sea),perounaantigua familia,contradiciones...,túsabes.Sihubiera sidodeotramanera,
ellanunca lo habría transformado en estatua.

    En ese momento, Aslan golpeó las manos y pidió silencio.

    —El trabajo de este día no ha terminado aún —dijo—, y si la Bruja debe ser derrotada antes de la hora de dormir, tenemos que dar la batalla de
inmediato.

    —Y espero que nos uniremos, señor —agregó el más grande de los centauros.
   64   65   66   67   68   69   70   71   72   73   74