Page 70 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 70
—Por supuesto —dijo Aslan—. ¡Y ahora, atención! Aquellos que no pueden resistir mucho (es decir, niños, enanos y animales pequeños) tienen
que cabalgar a lomo de los que sí pueden (estos somos los leones, centauros, unicornios, caballos, gigantes y águilas). Los que poseen buen olfato,
deben ir adelante con nosotros los leones, para descubrir el lugar de la batalla. ¡Ánimo y mucha suerte!
Con granalborotoy vítores,todosseorganizaron.Elmásencantadoen mediodeesa muchedumbreera elotro león,quecorríadeun ladopara
otro pretendiendo estar muy ocupado, aunque en realidad lo único que hacía era decir a todo el que encontraba a su paso:
—¿Oyeron lo que dijo? Nosotros, los leones. Eso quiere decir «él y yo». Nosotros, los leones. Eso es lo que me gusta de
Aslan. Nada de personalismos, nada de reservas. Nosotros, los leones; él y yo.
Y siguió diciendo lo mismo mientras Aslan cargaba en su lomo a tres enanos, una Dríade, dosconejosyunpuercoespín.Estolo
calmóunpoco.
Cuando todo estuvo preparado (fue un gran perro ovejero el que más ayudó a Aslan a hacerlos salir en el orden apropiado),
abandonaron el castillo saliendo a través del boquete de la muralla. Adelante iban los leones y los perros, que olfateaban en todas
direcciones. De pronto, un gran perro descubrió un rastro y lanzó un ladrido. En un segundo, los perros, los leones, los lobos y
otrosanimalesdecazacorrieron atodavelocidad con susnaricespegadasala tierra. El resto, una media milla más atrás, los seguían tan
rápido como podían. El ruido se asemejaba al de una cacería de zorros en Inglaterra, sólo que mejor, porque de vez en cuando el sonido
de los ladridos se mezclaba con el gruñido del otro león y algunas veces con el del propio Aslan, mucho más profundo y
terrible.
A medida que el rastro se hacía más y más fácil de seguir, avanzaron más y más rápido. Cuando llegaron a la última
curva en un angosto y serpenteado valle, Lucía escuchó, sobre todos esos sonidos, otro sonido..., diferente, que le produjo
una extraña sensación. Era un ruidocomodegritosychillidosydechoquedemetalcontrametal.
Salieron del estrecho valle y Lucía vio de inmediato la causa de los ruidos. Allí estaban Pedro, Edmundo y todo el resto
del ejército de Aslan peleando desesperadamente contra la multitud de criaturas horribles que ella había visto la noche
anterior. Sólo que ahora, a la luz del día, se veían más extrañas, más malvadas y más deformes. También parecían ser
muchísimo más numerosas que ellos. El ejército de Aslan —que daba la espalda a Lucía— era dramáticamente pequeño.
En todas partes, salpicadas sobre el campo de batalla, había estatuas, lo que hacía pensar en que la Bruja había usado su vara. Pero no
parecía utilizarla en ese momento. Ella luchaba con su cuchillo de piedra. Luchaba con Pedro... Ambos atacaban con tal violencia
que difícilmente Lucía podía vislumbrar lo que pasaba. Sólo veía que el cuchillo de piedra y la espada de Pedro se movían tan rápido que parecían
tres cuchillos y tres espadas. Los dos contrincantes estaban en el centro. A ambos lados se extendían las líneas defensivas y dondequiera que la
niña mirara sucedían cosas horribles.
—¡Desmonten de mi espalda, niñas! —gritó Aslan.
Las dos saltaron al suelo. Entonces, con un rugido que estremeció todo Narnia, desde el farol de occidente hasta las
playas del mar oriente, el enorme animal se arrojó sobre la Bruja Blanca. Por un segundo Lucía vio que ella levantaba su
rostro hacia él con una expresión de terror y de asombro. El León y la Bruja cayeron juntos, pero la Bruja quedó bajo él. Y
en ese mismo instante todas las criaturas guerreras que Aslan había guiado desde el castillo se abalanzaron furiosamente contra
las líneas enemigas: enanos con sus hachas de batalla, perros con feroces dientes, el Gigante con su porra (sus pies también
aplastaron a docenas de enemigos),unicorniosconsucuerno,centaurosconsusespadasypezuñas...