Page 64 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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cientos de pequeños ratones silvestres. Al fin, uno por uno todos los cordeles estaban roídos de principio a fin.

    Hacia el este, el cielo aclaraba y las estrellas se apagaban todas..., excepto una muy grande y muy baja en el horizonte, al oriente. En ese
momento ellas sintieron más frío que en toda la noche. Los ratones se alejaron sin hacer ruido, y Susana y Lucía retiraron los restos
de las cuerdas.

   Sin las ataduras, Aslan era algo más él mismo. Cada minuto que pasaba, su rostro se veía másnobley,comolaluzdeldía
aumentaba, las niñas pudieron observarlos mejor.

   Tras ellas, en el bosque, un pájaro gorjeó. El silencio había sido tan absoluto por horas y horas, que ese sonido las
sorprendió. De inmediato otro pájaro contestó y muy pronto hubo cantos y trinos por todas partes.

    Definitivamenteeralamadrugada;lanochehabíaquedadoatrás.—Tengo tanto frío —dijo

    Lucía.

    —Yo también —dijo Susana—. Caminemos un poco.

   Caminaronhaciaelladooestedelacolinay miraronhaciaabajo.Lagranestrellacasihabíadesaparecido.Todo elcamposeveíagrisoscuro,pero
más allá, en el mismo fin del mundo, el mar se mostraba pálido. El cielo comenzó a teñirse de rojo. Para evitar el frío, las niñas
caminaron de un lado para otro, entre el lugar donde yacía Aslan y el lado oriental de la cumbre de la colina, más veces de lo que
pudieroncontar.Pero,¡oh,quécansadassentíansuspiernas!

   Se detuvieron por unos instantes y miraron hacia el mar y hacia Cair Paravel (que recién ahora podían descubrir). Poco a
poco el rojo del cielo se transformó en dorado a todo lo largo delalíneaenqueelcieloyelmarseencuentran,ymuylentamenteasomó
el borde del sol. En ese momento las niñas escucharon tras ellas un ruido estrepitoso..., un gran estallido..., un sonido
ensordecedor, como si un gigante hubiera roto un vidrio gigante.

    —¿Qué fue eso? —preguntó Lucía, apretando el brazo de su hermana. —Me da miedo darme vuelta

   —dijoSusana—.Algohorriblesucede.—¡Están haciéndole algo todavía peor a él! —dijo Lucía—.

   ¡Vamos! Se dio vuelta y arrastró a Susana con ella.

   Todo se veía tan diferente con la salida del sol —los colores y las sombras habían cambiado—, que por un momento no vieron
lo que era importante. Pero pronto, sí: la Mesa de Piedra estaba partida en dos; una gran hendidura la cruzaba de un extremo a
otro. Y allí no estaba Aslan.

    —¡Oh, oh!—gritaronlasdosniñas,corriendovelozmentehacialaMesa.

    —¡Esto es demasiado malo! —sollozó Lucía—; ellos deben haber dejado el cuerpo abandonado...

    —Pero, ¿quién hizo esto? —lloró Susana—. ¿Qué significa? ¿Será magia otra vez? —Sí —dijo una voz fuerte a sus

    espaldas—. Es más magia.
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