Page 65 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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Se dieron vuelta. Ahí, brillando al sol, más grande que nunca y agitando su melena (que aparentementehabía vueltoa
crecer), estabaAslan enpersona.
—¡Oh Aslan! —gritaron las dos niñas, mirándolo con ojos dilatados de asombro y casi tan asustadas como contentas.
—Entoncesnoestámuerto,queridoAslan—dijoLucía.—Ahora no.
—No es..., no es un... —preguntó Susana con voz vacilante, sin atreverse a pronunciar la palabra fantasma.
Aslan inclinó la cabeza y con su lengua acarició la frente de la niña. El calor de su aliento y unagradableolorqueparecía
desprenderse de su pelo, la invadieron.
—¿Lo parezco? —preguntó.
—¡Es real! ¡Es real! ¡Oh Aslan! —gritó Lucía, y ambas niñas se abalanzaron sobre él y lo besaron.
—Pero, ¿qué quiere decir todo esto? —preguntó Susana cuando se calmaron un poco.
—Quiere decir —dijo Aslan— que, a pesar que la Bruja sabía de la Magia Profunda, hay una magia más profunda aún
que ella no conoce. Su saber llega sólo hasta el Amanecer del Tiempo. Pero si a ella le hubiera sido posible mirar más hacia
atrás, en la oscuridad y la quietud, antes que el Tiempo amaneciera, hubiese podido leer allí un encantamiento diferente. Y habría sabido
que cuando una víctima voluntaria, que no ha cometido traición, es ejecutada en lugar de un traidor, la Mesa se quiebra y
la Muerte misma comienza a trabajar hacia atrás. Y ahora...
—¡Oh, sí!,¿ahora?—exclamóLucía,saltandoyaplaudiendo.
—Niñas—dijoelLeón—,sientoquelafuerzavuelveamí.¡Niñas,alcáncenmesipueden!
Permaneció inmóvil por unos instantes, sus ojos iluminados y sus extremidades palpitantes, y se azotó a sí mismo con
su cola. Luego saltó muy alto sobre sus cabezas y aterrizó al otro lado de la Mesa. Riendo, aunque sin saber por qué, Lucía
corrió para alcanzarlo. Aslan saltó otra vez y comenzó una loca cacería que las hizo correr, siempre tras él, alrededor de la colina una y mil
veces. Tan pronto no les daba esperanzas de alcanzarlo como permitía que ellas casi agarraran su cola; pasaba veloz entre las niñas, las sacudía en el
aire con sus fuertes, bellas y aterciopeladas manos o se detenía inesperadamente de manera que los tres rodaban felices y reían
enunaconfusióndepiel,brazosypiernas.Eraunaclasedejuegoydesaltosquenadieha practicado jamás fuera de Narnia. Lucía no podía
determinar a qué se parecía más todo esto: si a jugar con una tempestad de truenos o con un gatito. Lo más extraño fue que cuando
terminaron jadeantes al sol, las niñas no sintieron ni el más mínimo cansancio, sed o hambre.
—Ahora —dijo luego Aslan—, a trabajar. Siento que voy a rugir. Sería mejor que ustedes pongan sus dedos en sus
oídos.
Asílohicieron.Aslansepusodepieycuandoabriólabocapararugir,sucaraadquirióunaexpresión tan terrible que ellas no se atrevieron
a mirarlo. Vieron, en cambio, que todos los árbolesfrenteaélseinclinabananteelventarróndesurugido,comoelpastodeunapraderase
dobla al paso del viento.
Luego dijo: