Page 67 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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—¡Qué lugar tan extraordinario! —gritó Lucía—. Todos estos animales de piedra..., y gente también. Es..., es como un
museo.

    —¡Cállate!—ledijoSusana—.Aslan estáhaciendoalgo.

    En efecto, él había saltado hacia el león de piedra y sopló sobre él. Sin esperar un instante, giró violentamente —casi como si fuera un
gato que caza su cola— y sopló también sobre el enano de piedra, el cual (como ustedes recuerdan) estaba parado a pocos
metros del león, de espaldasa él. Luego sevolviócon igual rapideza la derecha para enfrentarse con un conejo depiedra y corrió de inmediato
hacia dos centauros. En ese momento, Lucía dijo:

    —¡Oh, Susana! ¡Mira! ¡Mira al león!

   Supongo que ustedes habrán visto a alguien acercar un fósforo encendido a un extremo de un periódico y, luego,
colocarlo sobre el enrejado de una chimenea apagada. Por un segundo parece que no ha sucedido nada, pero de pronto
ustedes advierten una pequeña llama crepitante que recorre todo el borde del periódico. Lo que sucedió ahora fue algo
similar: un segundo después que Aslan sopló sobre el león de piedra, éste se veía aún igual que antes. Pero luego un
pequeño rayo de oro comenzó a correr a lo largo de su blanco y marmóreo lomo..., el rayo se esparció..., el color dorado recorrió
completamentesucuerpo,comolallamalametodoun pedazo depapel...,y,mientrassuspatastraseraseran todavíadepiedra, elleónagitó sus
melena y toda la pesada y pétrea envoltura se transformó en ondas de pelo vivo. Entonces, en un prodigioso bostezo, abrió
una gran boca roja y vigorosa..., y luego sus patas traseras también volvieron a vivir. Levantó una de ellas y se rascó. En ese
momento divisó a Aslan y se abalanzó sobre él, saltando de alegría y, con un sollozo de felicidad, le dio lengüetazos en la
cara.

    Las niñas lo siguieron con la vista, pero el espectáculo que se presentó ante sus ojos fue tan portentoso que olvidaron al león. Las
estatuas cobraban vida por doquier. El patio ya no parecía un museo, sino más bien un zoológico. Las criaturas más
increíbles corrían, detrás de Aslan y bailaban a su alrededor, hasta que él casi desapareció en medio de la multitud. En
lugar de un blanco de muerte, el patio era ahora una llamarada de colores: el lustroso color castaño de los centauros; el
azul índigo de los unicornios; los deslumbrantes plumajes de las aves; el café rojizo de zorros, perros y sátiros; el amarillo de los
calcetines y el carmesí de las capuchas de los enanos. Y las niñas-abedul en el color de la plata, las niñas-hayaen un fresco y transparente verde, las
niñas-alerce en un verde tan brillante que era casi un amarillo...

   Y en vez del antiguo silencio de muerte, el lugar entero retumbaba con el sonido de felices rugidos, rebuznos, gañidos,
ladridos, chillidos, arrullos, relinchos, pataleos, aclamaciones, hurras, canciones y risas.

    —¡Oh! —exclamó Susana en un tono diferente—. ¡Mira! Me pregunto..., quiero decir, ¿no será peligroso?

    Lucía miró y vio que Aslan acababa de soplar en el pie del gigante de piedra.

    —No teman, todo está bien —dijo Aslan alegremente—. Una vez que las piernas le funcionen, todo el resto de él lo
seguirá.

    —Noeraesoexactamenteloqueyoqueríadecir—susurróSusanaaloídodeLucía.Peroyaera muy tarde para hacer algo; ni siquiera
si Aslan la hubiera escuchado. El rayo ya trepaba
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