Page 71 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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El cansado batallón de Pedro vitoreaba y los recién llegados rugían. El enemigo, hecho una gritería y confusión, lanzó
alaridos hasta que el bosque respondió con el eco al ruido ensordecedor de esa embestida.
CAPÍTU LO 17
LA CAZA DEL CIERVO BLANCO
La batalla terminó pocos minutos después que ellos llegaron. La mayor parte de los enemigos había muerto en el primer
ataque de Aslan y sus compañeros; y cuando los que aún vivían vieron que la Bruja estaba muerta, se entregaron o huyeron. Lucía
vio entonces que Pedro y Aslan estrechaban sus manos. Era extraño para ella mirar a Pedro como lo veía ahora..., su rostro
estaba tan pálido y era tan severo que parecía mucho mayor.
—Edmundo lo hizo todo, Aslan —decía Pedro en ese momento—. Nos habrían arrasado si no hubiera sido por él. La Bruja estaba
convirtiendo nuestras tropas en piedra a derecha y a izquierda. Pero nada pudo detener a Edmundo. Se abrió camino a través de tres
ogros hacia el lugar en que ella, en ese preciso momento, convertía a uno de los leopardos en estatua. Cuando la alcanzó,
tuvo el buen sentido de apuntar con su espada hacia la vara y la hizo pedazos, en lugar de tratar de atacarla a ella y
simplemente quedar convertido él mismo en estatua. Ésa fue la equivocación que cometieron todos los demás. Una vez
que su vara fue destruida comenzamos a tener algunas oportunidades..., si no hubiéramos perdido a tantos ya. Edmundo está terriblemente
herido. Debemos ir a verlo.
Un poco más atrás de la línea de combate encontraron a Edmundo: lo cuidaba la señora Castora. Estaba cubierto de
sangre; tenía la boca abierta y su rostro era de un feo color verdoso.
—¡Rápido, Lucía! —llamó Aslan.
Entonces, casi por primera vez, Lucía recordó el precio tónico que le habían obsequiado como regalo de Navidad. Sus
manos tiritaban tanto que difícilmente pudo destapar el frasco. Pero se dominó al fin y dejó caer unas pocas gotas en la boca de su
hermano.
—Hay otros heridos —dijo Aslan, mientras ella aún miraba ansiosamente el pálido rostro de Edmundoparacomprobarsiel
remedio hacía algún efecto.
—Sí,yalosé—dijoLucíacontonomolesto—.Espereunminuto.
—Hija de Eva —dijo Aslan severamente—, otros también están a punto de morir. ¿Es necesario que muera más gente
por Edmundo?
—Perdóneme, Aslan —dijo Lucía, y se levantó para salir con él.