Page 60 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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en la marcha desde la colina de la Mesa de Piedra. Una y otra vez él las hizo internarse entre oscuras sombras para volver
luego a la pálida luz de la luna, mientras un espeso rocío mojaba sus pies. De alguna manera él se veía diferente del Aslan
que ellas conocían. Su cabeza y su cola estaban inclinadas y su paso era lento, como si estuviera muy, muy cansado.
Entonces, cuando atravesaban un amplio claro en el que no había sombras que permitieran esconderse, se detuvo y miróa su
alrededor.Nohabíaunabuenarazónparahuir,asíesquelasdosniñasfueronhacia él.Cuandoseacercaron, Aslanlesdijo:

    —Niñas, niñas, ¿por qué me siguen?

    —Nopodíamosdormir—ledijoLucía,ytuvolacertezaquenonecesitabadecirnadamásyque Aslan sabía lo que ellas pensaban.

    —Porfavor, ¿podemosirconusted,dondequieraquevaya?—rogó Susana.

    —Bueno... —dijo Aslan, mientras parecía reflexionar. Entonces agregó—: Me gustaría mucho tener compañía esta noche. Sí; pueden venir si
meprometendetenersecuandoyoselodigay,después, dejarme continuar solo.

    —¡Oh! ¡Gracias,gracias!Seloprometemos—dijeronlasdosniñas.

   Siguieron adelante, cada una a un lado del León. Pero, ¡qué lento era su caminar! Llevaba su gran y real cabeza tan
inclinada que su nariz casi tocaba el pasto. Incluso tropezó y emitió un fuerte quejido.

    —¡Aslan!¡QueridoAslan!—dijoLucía—.¿Quépasa?¿Porquénonoscuentaloquesucede?—¿Estáenfermo, querido Aslan?—preguntó

    Susana.

    —No—dijoAslan—.Estoytristeyabatido.Pongansusmanosenmimelenaparaquepuedasentir que están cerca de mí y
caminemos.

    Entonces las niñas hicieron lo que jamás se habrían atrevido a hacer sin su permiso, pero que anhelaban desde que lo
conocieron: hundieron sus manos frías en ese hermoso mar de pelo y lo acariciaron suavemente; así, continuaron la
marcha junto a él. Momentos después advirtieron que subían la ladera de la colina en la cual estaba la Mesa de Piedra.
Iban por el lado en que los árboles estaban cada vez más separados a medida que se ascendía. Cuando estuvieron junto al
último árbol (era uno a cuyo alrededor crecían algunos arbustos), Aslan se detuvo y dijo:

    —¡Oh niñas, niñas! Aquí deben quedarse. Pase lo que pase, no se dejen ver. Adiós.

    Las dos niñas lloraron amargamente (sin saber en realidad por qué), abrazaron al León y besaron su melena, su nariz, sus
manos y sus grandes ojos tristes. Luego él se alejó de ellas y subió a la cima dela colina.Lucía y Susana seescondieron detrásdelosarbustos,y esto
fueloque vieron.

    Una gran multitud rodeaba la Mesa de Piedra y, aunque la luna resplandecía, muchos de los que allí estaban sostenían antorchas que
ardían con llamas rojas y demoníacas y despedían humo negro.

    Pero, ¡qué clase de gente había allí! Ogros con dientes monstruosos, lobos, hombres con cabezas de toro, espíritus de
árboles malvados y de plantas venenosas y otras criaturas que no voy a describir porque, si lo hiciera, probablemente los adultos no
permitirían que ustedes leyeran este libro... Eran sanguinarias, aterradoras, demoníacas, fantasmales, horrendas,
espectrales.
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