Page 61 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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En efecto, ahí se encontraban reunidos todos los que estaban de parte de la Bruja, aquellos que el Lobo había convocado obedeciendo la
ordendadaporella.Justoalcentro,depiecercade la Mesa, estaba la Bruja en persona.

    Un aullido y una algarabía espantosa surgieron de la multitud cuando aquellos horribles seres vieron que el León
avanzaba paso a paso hacia ellos. Por un momento, la misma Bruja pareció paralizada por el miedo. Pronto se recobró y lanzó una
carcajada salvaje.

    —¡Elidiota!—gritó—.¡Elidiotahavenido!¡Átenlodeinmediato!

   Susana y Lucía, sin respirar, esperaron el rugido de Aslan y su salto para atacar a sus enemigos. Pero nada de eso se produjo.
Cuatro hechiceras, con horribles muecas y miradas de reojo, aunque también (al principio) vacilantes y algo asustadas de lo que
debían hacer, se aproximaron a él.

    —¡Átenlo, les digo! —repitió la Bruja.

    Las hechiceras le arrojaron un dardo y chillaron triunfantes al ver que no oponía resistencia. Luego otros —enanos y monos malvados—
corrieronaayudarlas,yentretodosenrollaronunacuerdaalrededordelinmensoLeónyamarraron suscuatropatasjuntas.Gritabanyaplaudían
como si hubieran realizado un acto de valentía, aunque con sólo una de sus garras el León podría haberlos matado a todos si lo
hubiera querido. Pero no hizo ni un solo ruido, ni siquiera cuando los enemigos, con terrible violencia, tiraron de las cuerdas en tal
forma que éstas penetraronsucarne.PorúltimocomenzaronaarrastrarlohacialaMesadePiedra.

    —¡Alto!—dijolaBruja—.¡Queselecorteelpeloprimero!

   Otro coro de risas malvadas surgió de la multitud cuando un ogro se acercó con un par de tijeras y se encuclilló al lado
de la cabeza de Aslan. Snip-snip-snip sonaron las tijeras y los rizos dorados comenzaron a caer y a amontonarse en el suelo.
El ogro se echó hacia atrás, y las niñas, que observaban desde su escondite, pudieron ver la cara de Aslan, tan pequeña y
diferente sin su melena. Los enemigos también se percataron de la diferencia.

    —¡Miren,noesmásqueungatogrande,despuésdetodo!—gritóuno.—¿De eso estábamos

    asustados? —dijo otro.

   Y todos rodearon a Aslan y se burlaron de él con frases como «Miz, miz. Pobre gatita», «¿Cuántaslauchascazastehoy,gato?»
o «¿Quieres un platito de leche?»

    —¡Oh! ¿Cómo pueden? —dijo Lucía mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. ¡Qué salvajes, qué salvajes!

    Pero ahora que el primer impacto ante su vista estaba superado, la cara desnuda de Aslan le pareció más valiente, más bella y más paciente que
nunca.

    —¡Pónganle un bozal! —ordenó la Bruja.

   Incluso en ese momento, mientras ellos se afanaban junto a su cara para ponerle el bozal, un mordisco de sus mandíbulas les
hubieracostadolas manosa dosotresdeellos.Pero no semovió. Esto pareció enfurecer a esa chusma. Ahora todos estaban frente a
él. Aquellos que tenían miedo de acercarse, aun después que el León quedó limitado por las cuerdas que lo ataban,
comenzaron ahoraaenvalentonarse y en pocosminutoslasniñasya no pudieron verlosiquiera. Una inmensa muchedumbre lo rodeaba
estrechamente y lo pateaba, lo golpeaba, lo escupía y se mofaba de él.
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