Page 56 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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Creo que la misma idea se les había ocurrido a los leopardos; mientras se alejaban, en todo momento la piel de sus lomos permaneció erizada,
comotambiénsucola...,igualquecuandoungatoveunperroextraño.
—Todoirábien—murmuróPedro—.Aslannoloshubieraenviadosinofueraasí.
Pocos minutos más tarde la Bruja en persona subió a la cima de la colina. Se dirigió derechamente a Aslan y se quedó
frente a él. Los tres niños, que nunca la habían visto, sintieron que un escalofrío les recorría la espalda cuando miraron su
rostro. Se produjo un sordo gruñido entre los animales. Y, a pesar que el sol resplandecía, repentinamente todos se
helaron.
Los dos únicos que parecían estar tranquilos y cómodos eran Aslan y la Bruja. Resultaba muy curioso ver esas dos caras
—una dorada y otra pálida como la muerte— tan cerca una de otra. Pero la Bruja no miraba a Aslan exactamente a los
ojos. La señora Castora puso especial atención en ello.
—Tienes un traidor aquí, Aslan —dijo la Bruja.
Por supuesto, todos comprendieron que ella se refería a Edmundo. Pero éste, después de todo lo que le había pasado y
especialmente después de la conversación de la mañana, había dejado de preocuparse de sí mismo. Sólo miró a Aslan sin
que pareciera importarle lo que la Bruja dijera.
—Bueno —dijo Aslan—, su ofensa no fue contra ti.
—¿Te has olvidado de la Magia Profunda? —preguntó la Bruja.
—Digamos que la he olvidado —contestó Aslan gravemente—. Cuéntanos acerca de esta Magia Profunda.
—¿Contarte a ti? —gritó la Bruja, con un acento que repentinamente se hizo más y más chillón—. ¿Contarte lo que
está escrito en la Mesa de Piedra que está a tu lado? ¿Contarte lo que, con una lanza, quedó grabado en el tronco del Fresno del
Mundo? ¿Contarte lo que se lee en el cetro del Emperador-Más-Allá-del-Mar? Al menos tú conoces la magia que el Emperador
estableció en Narnia desde el comienzo mismo. Tú sabes que todo traidor me pertenece; que, por ley, es mi presa, y que por cada traición tengo
derecho a matar.
—¡Oh! —dijo el Castor—, así es que eso fue lo que la llevó a imaginarse que era Reina..., porqueusted era elverdugodel
Emperador.Ya veo...
—Paz, Castor —dijo Aslan, con un gruñido muy suave.
—Por lo tanto —continuó la Bruja—, esa criatura humana es mía. Su vida está en prenda y me pertenece. Su sangre es
mía.
—¡Ven y llévatela, entonces! —dijo el Toro con cabeza de hombre, en un gran bramido.
—¡Tonto! —dijo la Bruja, con una sonrisa salvaje, que casi parecía un gruñido—. ¿Crees realmente que tu amo puede
despojarme de mis derechos por la sola fuerza? Él conoce la Magia Profunda mejor que eso. Sabe que, a menos que yo tenga esa
sangre,comodicelaLey,todaNarniaserádestruidayperecerá en fuegoyagua.
—Es muy cierto —dijo Aslan—. No lo niego.