Page 51 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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Aslan no dijo nada; ni para excusar a Pedro ni para culparlo. Solamente lo miró con sus grandesojosdorados.Atodosles
pareció que no había más que decir.

                             —Por favor..., Aslan —dijo Lucía—. ¿Hay algo que se pueda hacer para salvar a Edmundo?

    —Se hará todo lo que se pueda —dijo Aslan—. Pero es posible que resulte más difícil de lo que ustedes piensan.

    Luego se quedó nuevamente en silencio por algunos momentos. Hasta entonces, Lucía había pensado cuán majestuosa, fuerte y pacífica
parecía su cara. Ahora, de pronto, se le ocurrió que también se veía triste. Pero, al minuto siguiente, esa expresión había
desaparecido. El León sacudiósumelena,golpeósusgarras(«¡Terriblesgarras—pensóLucía—siélnosupieracómosuavizarlas!»), y dijo:

    —Mientras tanto, que el banquete sea preparado. Señoras, lleven a las Hijas de Eva al Pabellón y provéanlas de lo
necesario.

   Cuandolasniñassefueron,Aslanposósugarra—yapesarquelohacíaconsuavidad,eramuy pesada— en el hombro de Pedro y dijo:

    —Ven, Hijo de Adán, y te mostraré a la distancia el castillo donde serás Rey.

   Con su espada todavía en la mano, Pedro siguió al León hacia la orilla oeste de la cumbre de la colina, y una hermosa vista se presentó ante sus ojos.
El sol se ponía a sus espaldas, lo cual significaba que ante ellos todo el país estaba envuelto en la luz del atardecer..., bosques,
colinas y valles alrededor del gran río que ondulaba como una serpiente de plata. Más allá, millas más lejos, estaba el mar,y entre
elcieloyelmar,cientosdenubesqueconlosreflejosdel solponienteadquiríanun maravilloso colorrosa.Justo en ellugaren quelatierradeNarnia
se encontraba con el mar —en la boca del gran río— había algo que brillaba en una pequeña colina. Brillaba porque era un
castillo y, por supuesto, la luz del sol se reflejaba en todas las ventanas que miraban hacia el poniente, donde se
encontraba Pedro. A éste le pareció más bienunagranestrellaquedescansabaenlaplaya.

    —Eso, ¡oh Hombre! —dijo Aslan—, es el castillo de Cair Paravel con sus cuatro tronos, en uno de los cuales tú deberás
sentarte como Rey. Te lo muestro porque eres el primogénito y serás el Rey Supremo sobre todos los demás.

    Una vez más, Pedro no dijo nada. Luego un ruido extraño interrumpió súbitamente el silencio.Eracomounacornetadecaza,
pero más dulce.

    —Es el cuerno de tu hermana —dijo Aslan a Pedro en voz baja, tan baja que era casi un ronroneo,sinoesfaltaderespeto
pensar que un león pueda ronronear.

    Por un instante Pedro no entendió. Pero en ese momento vio avanzar a todas las otras criaturas y oyó que Aslan decía
agitando su garra:

    —¡Atrás! ¡Dejen que el Príncipe gane su espuela!

    Entonces comprendió y corrió tan rápido como le fue posible hacia el pabellón. Allí se enfrentó a una visión espantosa.

    Las Náyades y Dríades huían en todas direcciones. Lucía corrió hacia él tan veloz como sus cortas piernas se lo
permitieron, con el rostro blanco como un papel. Después vio a Susana saltar y colgarse de un árbol, perseguida por una
enorme bestia gris. Pedro creyó en un comienzo que era un oso. Luego le pareció un perro alsaciano, aunque era demasiado grande... Por
fin se dio cuenta que era un lobo..., un lobo parado en sus patas traseras con sus garras
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