Page 52 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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delanteras apoyadas contra el tronco del árbol, aullando y mordiendo. Todo el pelo de su lomo estaba erizado. Susana no había logrado
subir más arriba de la segunda rama. Una de sus piernas colgaba hacia abajo y su pie estaba a sólo centímetros de aquellos
dientes que amenazaban con morder. Pedro se preguntaba por qué ella no subía más o, al menos, no se afirmaba mejor,
cuando cayó en la cuenta que estaba a punto de desmayarse, y si se desmayaba, caería al suelo.
Pedro no se sentía muy valiente; en realidad se sentía enfermo. Pero esto no cambiaba en nada lo que tenía que hacer.
Se abalanzó derecho contra el monstruo y, con su espada, le asestó una estocada en el costado. El golpe no alcanzó al Lobo. Rápido
como un rayo, éste se volvió con los ojos llameantes y su enorme boca abierta en un rugido de furia. Si no hubiera estado
cegado por la rabia, que sólo le permitía rugir, se habría lanzado directo a la garganta de su enemigo. Por eso fue que
—aunque todo sucedió demasiado rápido para que él lo alcanzara a pensar— Pedro tuvo el tiempo preciso para bajar la
cabeza y enterrar su espada, tan fuertemente como pudo, entre las dos patas delanteras de la bestia, directo en su corazón. Entonces
sobrevino un instante de horrible confusión, como una pesadilla. Él daba un tirón tras otro a su espada y el Lobo no parecía ni vivo ni muerto. Los
dientesdelanimalseencontraban juntoalafrentedePedroyalrededordeéltodo erapelo, sangrey calor.Unmomentodespuésdescubrióqueel
monstruo estaba muerto y que él ya había retirado su espada. Se enderezó y enjugó el sudor de su cara y de sus ojos. Sintió que lo invadía un
cansancio mortal.
En un instante Susana bajó del árbol. Ella y Pedro estaban trémulos cuando se encontraron frente a frente. Y no voy a
decir que no hubo besos y llantos de parte de ambos. Pero en Narnia nadie piensa nada malo por eso.
—¡Rápido! ¡Rápido! —gritó Aslan—. ¡Centauros, Águilas! Veo otro lobo en los matorrales. ¡Ahí, detrás! Ahora se ha
dado vuelta. ¡Síganlo todos! Él irá donde su ama. Ahora es la oportunidaddeencontrarala Bruja yrescataralcuartoHijodeAdán.
Instantáneamente, con un fuerte ruido de cascos y un batir de alas, una docena o más de veloces criaturasdesaparecieron
en la crecienteoscuridad.
Pedro,aúnsinaliento,sediovueltayseencontróconAslanasulado.—Has olvidado limpiar tu espada
—dijo Aslan.
Era verdad. Pedro enrojeció cuando miró la brillante hoja y la vio toda manchada con la sangre y el pelo del Lobo. Se
agachó y la restregó y la limpió en el pasto; luego la frotó y la secó en su chaqueta.
—Dámela y arrodíllate, Hijo de Adán —dijo Aslan. Cuando Pedro lo hubo hecho, lo tocó con la hoja y añadió—:
Levántate, Señor Pedro Fenris-Bane. Pase lo que pase, nunca olvides limpiar tu espada.
CAPÍTULO XIII
MAGIA PROFUNDA DEL AMANECER DEL TIEMPO