Page 50 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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suavemente con la brisa que soplaba desde el lejano mar. Mientras contemplaban todo esto, escucharon a su derecha un
sonido de música. Se volvieron en esa dirección y vieron lo que habían venido a ver.
Aslan estaba de pie en medio de una multitud de criaturas que, agrupadas en torno de él, formaban una media luna.
Había Mujeres-Árbol y Mujeres-Vertiente (Dríades y Náyades como usualmente las llamaban en nuestro mundo) que tenían
instrumentosde cuerda.Ellas eran lasque habían tocado música. Había cuatro centauros grandes. Su mitad caballo se asemejaba
a los inmensos caballos ingleses de campo, y la parte humana, a la de un gigante severo pero hermoso. También había un
unicornio, un toro con cabeza de hombre, un pelícano, un águila y un perro grande. Al lado de Aslan se encontraban dos leopardos: uno
transportabasucorona,yel otro, su estandarte.
En cuanto a Aslan mismo, los Castores y los niños no sabían qué hacer o decir cuando lo vieron.Lagentequeno ha estadoen
Narnia piensa a veces que una cosa no puede ser buena y terrible al mismo tiempo. Y si los niños alguna vez pensaron así, ahora fueron sacados de su
error. Porque cuando trataron de mirar la cara de Aslan, sólo pudieron vislumbrar una melena dorada y unos ojos inmensos,
majestuosos,solemneseirresistibles.Sedieroncuentaqueelloseran incapaces de mirarlo.
—Adelante —dijo el Castor.
—No —susurró Pedro—. Usted primero.
—No, los Hijos de Adán antes que los animales.
—Susana—murmuróPedro—.¿Ytú?Lasseñoritasprimero.—No, tú eres el mayor.
Y mientras más demoraban en decidirse, más incómodos se sentían. Por fin Pedro se dio cuentaqueestolecorrespondíaaél.
Sacó su espada y la levantó para saludar.
—Vengan —dijo a los demás—. Todos juntos. Avanzó
hacia el León y dijo: —Hemos venido..., Aslan.
—Bien venido, Pedro, Hijo de Adán —dijo Aslan—. Bien venidas, Susana y Lucía. Bien venidos, Él-Castor y Ella-Castor.
Su voz era ronca y profunda y de algún modo les quitó la angustia. Ahora se sentían contentosytranquilosynoles
incomodaba quedarse inmóviles sin decir nada.
—¿Dónde está el cuarto? —preguntó Aslan.
—ÉlhatratadodetraicionarasushermanosydeunirsealaBrujaBlanca,¡ohAslan!—dijoel Castor.
Entonces algo hizo a Pedro decir:
—Enpartefuepormiculpa,Aslan.Yoestabaenojadoconélypiensoqueesoloimpulsóenun camino equivocado.