Page 83 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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Esta parte de la aventura fue la única que les pareció más bien un sueño en esos
momentos y la más difícil de recordar correctamente después. Especialmente, uno no podía
asegurar cuánto tiempo había transcurrido. A veces parecía haber tardado apenas unos
escasos minutos, pero otras veces parecía que había durado por años. Obviamente, a menos
que o bien la puerta hubiera crecido inmensamente o las criaturas se hubieran achicado
como un mosquito, una cantidad de gente como ésa jamás habría podido intentar siquiera
pasar a través de ella. Pero en esos momentos nadie pensaba en cosas de ese estilo.

       Las criaturas llegaban a toda prisa, con sus ojos cada vez más brillantes a medida que
se aproximaban al grupo de Estrellas. Mas en cuanto llegaban frente a Aslan, una de estas
dos cosas les ocurría. Todos lo miraban directamente a la cara; no creo que tuvieran otra
alternativa. Y cuando lo miraban, en algunos la expresión de sus rostros cambiaba
terriblemente reflejando miedo y odio, excepto que, en las caras de las Bestias que Hablan,
ese miedo y ese odio duraba sólo una fracción de segundo. Te dabas cuenta de que
súbitamente dejaban de ser Bestias que Hablan. Eran simples animales corrientes. Y todas
las criaturas que miraban a Aslan de esa manera se desviaban hacia su derecha, a la
izquierda de Aslan, y se perdían dentro de su inmensa sombra negra, la cual (como has oído)
ondeaba a la izquierda del portal. Los niños no los volvieron a ver más. No sé qué les habrá
sucedido. Mas otros miraban el rostro de Aslan y lo amaban, a pesar de que algunos
estaban aterrados a la vez. Y todos entraron a la puerta, a la derecha de Aslan. Había
algunos especímenes muy curiosos en medio de ellos. Eustaquio reconoció incluso a uno de
los mismos Enanos que habían ayudado a matar a los Caballos. Pero no tuvo tiempo de
admirarse de esta suerte de cosas (y además no era asunto suyo), porque una inefable
dicha borraba todo lo demás de su pensamiento. Entre las felices criaturas que ahora se
agrupaban en torno a Tirian y sus amigos, estaban todos aquellos que creyeron muertos. Allí
estaban el Centauro Perspicaz y el Unicornio Alhaja y el buen Jabalí y el buen Oso y el Aguila
Largavista y los queridos Perros y Caballos y Poggin, el Enano.

       “¡Más adentro y más arriba! “, gritó Perspicaz y se oyó el tronar de su galope hacia el
Oeste. Y aunque no lo comprendieron, sus palabras, no sé por qué, quedaron retintineando
por todos lados. El Jabalí les gruñó alegremente. El Oso estaba listo para musitar que
todavía no entendía nada, cuando divisó los árboles frutales detrás de ellos. Se fue
contoneando hasta aquellos árboles lo más rápido que pudo y ahí, sin duda, encontró algo
que entendió perfectamente bien. Pero los Perros se quedaron, moviendo la cola, y Poggin
se quedó saludando a todos y con una gran sonrisa en su cara tan franca. Y Alhaja inclinó su
cabeza blanca como la nieve por sobre el hombro del Rey y el Rey murmuró algo en el oído
de Alhaja. En seguida todos volvieron nuevamente su atención a lo que alcanzaban a ver
por el portal.

       Los dragones y los lagartos gigantes tenían ahora toda Narnia para ellos. Iban de acá
para allá arrancando de raíz los árboles y masticándolos como si
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