Page 66 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 66
patas delanteras sobre el hombro de los humanos y les lamieron la cara, diciendo:
“¡Bienvenidos! ¡Bienvenidos! Nosotros los ayudaremos, nosotros los ayudaremos,
ayudaremos, ayudaremos. Dinos cómo podemos ayudar, dinos cómo, cómo. ¿Guau, guau,
guau?”
Fue tan encantador que te daban ganas de llorar. Esta era, por fin, la clase de cosas que
habían estado esperando. Y cuando un momento más tarde numerosos pequeños
animalitos (ratones y topos y una ardilla o dos) vinieron con sus pasos ligeros, chillando de
felicidad y diciendo: “Ves, ves, aquí estamos”, y cuando después de eso el Oso y el Jabalí
vinieron también, Eustaquio empezó a creer que quizás, al fin y al cabo, todo iría a resultar
bien. Mas Tirian dio una mirada a su alrededor y vio cuan poquísimos animales se habían
movido.
—¡A mí!, ¡a mí! —llamó—. ¿Se han vuelto todos unos cobardes desde cuando yo era
vuestro Rey?
—No nos atrevemos —gimotearon decenas de voces—. Tashlan se enojaría.
Protégenos de Tashlan.
—¿Dónde están los Caballos que Hablan? —preguntó Tirian.
—Los hemos visto, los hemos visto —chillaron los Ratones—. El Mono los ha hecho
trabajar. Están todos amarrados... allá abajo del cerro.
—Entonces ustedes, pequeñitos —dijo Tirian—, ustedes los mordedores y roedores y
cascanueces, váyanse a todo correr y vean si los Caballos están de nuestra parte. Y si es así,
entierren sus dientes en las sogas, róanlas hasta que los Caballos queden en libertad, y
tráiganlos hasta aquí.
—Con todo gusto, señor —se escucharon las vocecitas y sacudiendo sus colas aquellas
criaturas de mirada penetrante y dientes afilados se fueron corriendo. Tirian sonrió de puro
amor cuando las vio alejarse. Pero ya era hora de pensar en otras cosas. Rishda Tarkaan
estaba dando sus órdenes.
—Adelante —decía—. Cójanlos a todos vivos si es posible y arrójenlos dentro del
Establo; o llévenlos hasta ahí. Cuando ya estén todos allí, le prenderemos fuego y haremos
de ellos una ofrenda al gran dios Tash.
—¡Ah! —exclamó Largavista para sí mismo—. Así que de ese modo espera obtener el
perdón de Tash por su incredulidad.
La línea enemiga, cerca de la mitad de las fuerzas de Rishda, ya estaba avanzando, y
Tirian escasamente tuvo tiempo para darles sus órdenes a los suyos.
—Sal por la izquierda, Jill, y trata de disparar lo que más puedas antes de que nos
alcancen. Jabalí y Oso junto a ella. Poggin a mi izquierda, Eustaquio a mi derecha. Defiende
el ala derecha, Alhaja. Quédate con él, Cándido, y usa tus cascos. Revolotea y golpea,
Largavista. Ustedes, Perros, justo detrás de nosotros. Métanse en medio de ellos en cuanto
empiecen a cruzarse las espadas. ¡Que Aslan nos ayude!
Eustaquio sentía que su corazón latía terriblemente, esperando y rogando portarse
valiente. Jamás había visto algo (a pesar de haber visto un dragón y una serpiente de mar)
que le helara la sangre tanto como ese destacamento de hombres de caras oscuras y ojos
brillantes. Había quince calormenes, un Toro narniano que Habla, un Zorro llamado Sigiloso,
y el Sátiro Wraggle. Luego escuchó a su izquierda tuang y zip y cayó un calormene; luego
tuang y zip nuevamente y cayó el Sátiro. “¡Oh, muy bien, hija!”, se oyó la voz de Tirian; y en
seguida los enemigos se lanzaron sobre ellos.