Page 52 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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—Podría jurar —dijo el Unicornio—, por su manera de volar, que es un ave que habla.
—Pienso igual —dijo el Rey—. Pero ¿será amigo o un espía del Mono?
—Para mí, Señor —intervino el Enano—, tiene la apariencia de ser el Aguila
Largavista.
—¡Hay que esconderse debajo de los árboles! —gritó Eustaquio.
—No —dijo Tirian—, mejor quedémonos quietos como rocas. Estoy cierto de que nos
vería mejor si nos movemos.
—¡Miren! Está dando vueltas, ya nos ha visto —dijo Alhaja—. Está bajando haciendo
grandes círculos.
—La flecha en las cuerdas, dama —dijo Tirian a Jill—. Mas no dispares por ningún
motivo hasta que yo te lo ordene. Podría ser amigo nuestro.
Si uno hubiera sabido lo que iba a suceder a continuación, habría sido un placer
contemplar la gracia y facilidad con que aquel descomunal pájaro se deslizaba
bajando. Aterrizó sobre un risco rocoso a pocos metros de Tirian, hizo una reverencia
con su cabeza coronada de una cresta, y dijo con su extraña voz de águila: “Salud,
Rey”.
—Salud, Largavista —respondió Tirian—. Y ya que me llamas Rey, me inclino a creer
que no eres un seguidor del Mono y su falso Aslan. Me alegro de que hayas venido.
—Señor —dijo el Aguila—, cuando oigas las noticias que te traigo lamentarás más mi
venida que la del peor infortunio que jamás hayas sufrido.
El corazón de Tirian pareció cesar de latir ante estas palabras, pero apretó los dientes
y dijo: “Dímelo todo”.
—Dos espectáculos he visto —dijo Largavista—. Uno era Cair Paravel lleno de
narnianos muertos y calormenes vivos: la bandera del Tisroc flameando por encima de tus
reales almenas; y tus súbditos huían de la ciudad, para acá y para allá, hacia los bosques.
Cair Paravel fue tomado desde el mar. Veinte grandes barcos calormenes atracaron en la
oscuridad de la noche.
Nadie pudo hablar.
—Y la otra escena, cinco leguas más cerca que Cair Paravel: Perspicaz, el Centauro,
yacía muerto con una flecha calormene en su costado. Estuve con él en sus últimas horas y
me dio este mensaje para Su Majestad: recordar que todos los mundos llegan a su fin y que
una muerte noble es un tesoro que nadie es tan pobre que no pueda comprar.
—Entonces —dijo el Rey tras un largo silencio—, Narnia ya no existe más.