Page 49 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
P. 49
—Ja, ja, ja —rió el Enano, sobándose las manos peludas—. Será una sorpresa para el
Mono. La gente no debía llamar a los demonios a menos que realmente crea lo que dice.
—Quién sabe si Tash será visible para el Mono —dijo Alhaja.
—¿Dónde se ha metido Cándido? —preguntó Eustaquio.
Todos se pusieron a gritarlo por su nombre y Jill dio la vuelta al otro lado de la Torre
para ver si había ido allí. Ya estaban bastante cansados de buscarlo cuando por fin su
grandota cabeza gris asomó cautelosamente por la puerta de entrada y dijo: “¿Se ha ido?” Y
cuando finalmente consiguieron que saliera, tiritaba como tirita un perro en una tormenta
de truenos.
—Ahora me doy cuenta —dijo Cándido— de que he sido en realidad un burro muy
malo. Jamás debí haber escuchado a Truco. Nunca pensé que empezaran a suceder cosas
como ésta.
—Si hubieras gastado menos tiempo en decir que no eras listo y más tiempo tratando
de ser lo más listo posible... —comenzó Eustaquio, pero Jill lo interrumpió:
—¡Oh, deja en paz al pobrecito Cándido! —dijo—. Todo fue un error, ¿no es cierto,
Cándido querido? Y le besó la nariz.
Aunque bastante perturbados por lo que habían visto, volvieron a sentarse y
reiniciaron su conversación.
Alhaja tenía poco que contar. Mientras estuvo prisionero pasó la mayoría del tiempo
amarrado detrás del establo y, por supuesto, no oyó ninguno de los planes del enemigo. Lo
habían pateado (él había pateado también en respuesta) y lo habían golpeado y amenazado
de muerte a menos que dijera que creía que era Aslan al que sacaban y mostraban a la luz de
la fogata cada noche. De hecho, iba a ser ejecutado esa misma mañana si no hubiera sido
rescatado. No sabía qué le había pasado al Cordero.
El asunto que tenían que decidir era si irían al Cerro del Establo otra vez aquella
noche a mostrarles a Cándido a los narnianos y a tratar de hacerlos comprender que habían
sido engañados; o bien si deberían escabullirse hacia el este para reunirse con el grupo que
traía el Centauro Perspicaz de Cair Paravel, y arremeter con sus tropas contra el Mono y sus
calormenes. A Tirian le hubiera gustado mucho seguir el primer plan: odiaba la idea de dejar
que el Mono siguiera intimidando a su gente por más tiempo todavía. Por otro lado, el
comportamiento de los Enanos la noche anterior era una advertencia. Aparentemente, uno
no podía estar seguro de cómo reaccionaría la gente aun si se les mostraba Cándido. Y
también había que contar con los soldados calormenes. Poggin pensaba que debían ser
unos treinta.
Tirian estaba cierto de que si todos los narnianos se ponían de su parte, él y Alhaja y
los niños y Poggin (Cándido no contaba mucho) tendrían una buena posibilidad de
vencerlos. Pero ¿qué pasaría si la mitad de los narnianos, incluyendo a todos los Enanos, se
sentaban sencillamente a mirar?, ¿o si peleaban contra él? El riesgo era demasiado grande.
Y para colmo, la nebulosa figura de Tash. ¿Qué iría a hacer?
Y además, como señaló Poggin, no haría gran daño dejar que el Mono continuara
enfrentando sus propias dificultades por un par de días más. No tenía a Cándido para
sacarlo y mostrarlo ahora. No era fácil imaginarse qué cuento tendrían que inventar él o
Jengibre para explicarlo. Si las Bestias pedían noche tras noche ver a Aslan y no salía ningún