Page 57 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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La segunda era el Mono. El Tarkaan lo llevaba tomado de la mano y el Mono no cesaba de
gemir y refunfuñar: “No tan rápido, no vayas tan rápido, no me siendo nada de bien. ¡Ah,
mi pobre cabeza! ¡Estas reuniones a medianoche me están matando! Los Monos no
estamos habituados a la vida nocturna; no es como si yo fuera una rata o un murciélago...,
¡ah, mi pobre cabeza!“ Al otro lado del Mono, caminando suave y majestuosamente, con
su cola parada al aire, iba el Gato Jengibre. Se dirigían a la fogata y pasaron tan cerca de
Tirian que habrían podido verlo de inmediato si hubieran mirado en la dirección correcta.
Afortunadamente no lo hicieron. Pero Tirian oyó a Rishda decir a Jengibre en voz baja:
—Ahora, Gato, a tu puesto. Trata de interpretar bien tu papel.
—Miau, miau. Cuenta conmigo —repuso Jengibre.
Y se fue más allá de la fogata y se sentó en la fila delantera de la asamblea de Bestias;
del auditorio, podrías decir.
Porque realmente, cómo ocurrió todo esto, era semejante a estar en un teatro. La
multitud de narnianos era como la gente de la platea; el pequeño sitio cubierto de hierba
frente al Establo, donde ardía el fuego y donde el Mono y el capitán se paraban para
hablar a la gente, era como el escenario; el Establo mismo era el decorado al fondo del
proscenio; y Tirian y sus amigos, como esa gente que se asoma por detrás de las
bambalinas. Era una posición espléndida. Si alguno de ellos daba un paso hacia adelante a
la luz del fuego, todos los ojos se clavarían en él de inmediato; por otra parte, mientras
permanecieran inmóviles a la sombra del final de la pared del establo, tenían cien
posibilidades contra una de que notaran su presencia.
Rishda Tarkaan arrastró al Mono cerca del fuego. Ambos se volvieron de cara a la
muchedumbre, y esto significó, por supuesto, que daban la espalda a Tirian y sus amigos.
—Ahora, Monicaco —dijo Rishda Tarkaan en voz baja—, di las palabras que cabezas
más sabias que la tuya han puesto en tu boca. Y levanta la cara.
Mientras decía esto le dio al Mono un empujón o un puntapié por detrás.
—Déjame solo —musitó Truco. Pero se sentó más derecho y comenzó a decir, en voz
más alta:
—Escúchenme, todos ustedes. Ha pasado algo terrible. Una cosa muy mala. Lo más
atroz que se ha hecho en Narnia. Y Aslan...
—Tashlan, idiota —susurró Rishda Tarkaan.
—Tashlan, quiero decir, por supuesto —prosiguió el Mono—, está furioso.
Hubo un silencio tremendo en tanto las Bestias esperaban saber qué nuevas
desgracias les aguardaban. El grupito al final del muro del Establo también contuvo el
aliento. ¿Qué diablos iba a ocurrir ahora?
—Sí —continuó el Mono—. En este mismo instante, cuando el propio Temible está
entre nosotros, allá en el Establo justo detrás de mí, una perversa Bestia ha preferido hacer
lo que ustedes creerían que nadie osaría hacer, incluso si El estuviera a miles de kilómetros
de distancia. Se ha disfrazado con una piel de león y se pasea por estos mismos bosques
simulando ser Aslan.
Jill se preguntó por un momento si el Mono se había vuelto loco. ¿Iría a decir toda la
verdad? Un rugido de horror y rabia resonó entre las Bestias.
—Grrr —gruñían—. ¿Quién es? ¿Dónde está? ¡Deja que le incruste mis dientes!
—Lo vieron anoche —gritó el Mono—, pero escapó. ¡Es un burro! ¡Un miserable y
vulgar Asno! Si alguno de ustedes ve a ese Asno...