Page 48 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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VIII QUE NOTICIAS TRAJO EL AGUILA
A la sombra de los árboles, al otro lado del claro, algo se movía. Se deslizaba muy
lentamente hacia el norte. A la primera mirada podías confundirlo con humo, porque era
gris y podías ver a través suyo. Pero el olor a muerto no era el olor del humo. Por otra parte,
esta cosa mantenía su forma en lugar de ondear y subir en espiral como habría hecho el
humo. Tenía más o menos la figura de un hombre pero con cabeza de pájaro; de algún
pájaro de presa con un pico corvo y cruel. Tenía cuatro brazos que levantaba por encima de
la cabeza, estirándolos hacia el Norte como si quisiera abarcar toda Narnia en su abrazo; y
sus dedos —los veinte— eran curvos igual al pico y tenía largas y puntudas garras de pájaro
en cuenta de uñas. Flotaba encima del pasto en vez de caminar, y el pasto se aplastaba bajo
él.
Con sólo darle una mirada Cándido lanzó un rebuzno que parecía un grito y se
precipitó dentro de la Torre. Y Jill (que no era ninguna cobarde, como bien lo sabes)
escondió la cara entre sus manos para no verlo. Los demás lo contemplaron quizás por un
minuto, hasta que escapó flotando entre los árboles más frondosos a la derecha, y
desapareció. Luego el sol salió nuevamente y las aves volvieron a cantar.
Todos empezaron a respirar normalmente otra vez y a moverse. Habían estado
quietos como estatuas mientras la cosa fue visible.
—¿Qué era? —preguntó Eustaquio en un susurro.
—Yo lo he visto antes una vez —repuso Tirian—. Pero en esa ocasión estaba esculpido
en piedra y cubierto de oro y sus ojos eran dos sólidos diamantes. Fue cuando yo era como
de tu edad y había ido invitado a la corte del Tisroc en Tashbaan. El me llevó al gran templo
de Tash. Allí lo vi, en una escultura colocada sobre el altar.
—¿Entonces esa..., esa cosa... era Tash? —preguntó Eustaquio.
Pero en lugar de responderle, Tirian puso su brazo por detrás de los hombros de Jill y
dijo:
—¿Cómo te sientes tú, señora?
—B... bien —dijo Jill, quitando las manos de su pálida cara y tratando de sonreír—.
Me siento muy bien. Es sólo que esa cosa me hizo marearme un poco.
—Parece, entonces —dijo el Unicornio—, que existe un verdadero Tash, después de
todo.
—Sí —asintió el Enano—. Y ese tonto del Mono, que no creía en Tash, va a recibir
mucho más de lo que esperaba. Invocó a Tash: Tash ha venido.
—¿Adónde se ha ido él..., eso..., la Cosa? —preguntó Jill.
—Hacia el norte, al centro de Narnia —respondió Tirian—. Ha venido a habitar entre
nosotros. Lo han llamado y ha venido.