Page 24 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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devolverle el trono de su padre. “Pero eso fue hace tanto tiempo”, se dijo Tirian. “Esa
suerte de cosas ya no suceden más ahora”. Y después recordó (porque siempre había sido
bueno para la historia cuando era niño) que aquellos mismos cuatro niños que habían
ayudado a Caspian habían estado en Narnia más de mil años antes; y había sido entonces
cuando derrotaron a la terrible Bruja Blanca y terminaron con los Cien Años de Invierno, y
luego habían reinado (los cuatro juntos) en Cair Paravel, hasta que dejaron de ser niños y
fueron grandes Reyes y adorables Reinas, y su reinado fue la época de oro de Narnia. Y
Aslan participó muchísimo en aquella historia. Participó en las otras historias también,
según recordaba Tirian. “Aslan... y los niños del otro mundo”, pensaba Tirian. “Siempre
aparecían cuando las cosas llegaban a su peor punto. ¡Oh, si pudieran hacerlo ahora! “
Y gritó: “¡Aslan! ¡Aslan! ¡Aslan! Ven y ayúdanos Ahora”.
Mas la oscuridad y el frío y el sosiego seguían siendo los mismos.
—Deja que me maten —gritó el Rey—. No pido nada para mí. Pero ven y salva a
Narnia.
Y todavía no hubo ningún cambio en la noche o en el bosque, pero principió a operarse
una especie de cambio dentro de Tirian. Sin saber por qué, comenzó a alentar una ligera
esperanza. Y se sintió algo más fuerte.
—¡Oh, Aslan, Aslan! —susurró—. Si no vienes en persona, al menos envíame a tus
colaboradores de más allá del mundo. O permite que yo los llame. Haz que mi voz alcance
hasta más allá del mundo.
Entonces, casi sin saber lo que hacía, gritó de súbito, a toda voz:
—¡Niños! ¡Niños! ¡Amigos de Narnia! Rápido. Vengan a mí. ¡A través de los mundos los
llamo; yo, Tirian, Rey de Narnia, Señor de Cair Paravel y Emperador de las Islas Desiertas!
Y de inmediato se hundió en un sueño (si es que fue un sueño) más vívido que
cualquiera que hubiera tenido en su vida.
Le pareció estar en una sala iluminada donde siete personas se hallaban sentadas
alrededor de una mesa. Parecía que recién hubieran terminado su comida. Dos de ellos
eran muy viejos, un anciano de blanca barba y una anciana de ojos vivos, alegres y risueños.
El que estaba sentado a la derecha del anciano no era aún un adulto, seguramente más
joven que Tirian, pero su semblante ya tenía la prestancia de un rey y de un guerrero. Y
podías decir prácticamente lo mismo del otro joven que se sentaba a la derecha de la
anciana. Frente a Tirian, al otro lado de la mesa, había una niña de pelo claro, más joven
que estos dos, y a ambos lados de ella, un niño y una niña más jóvenes aún. Todos estaban
vestidos con lo que le pareció a Tirian ser los vestidos más raros del mundo.
Pero no tuvo tiempo de pensar en detalles como ese, pues en un instante el niño más
joven y las dos niñas se pusieron de pie, y una de ellas lanzó un corto grito. La anciana se
sobresaltó y contuvo el aliento. El anciano debe haber hecho algún movimiento repentino
también, pues el vaso de vino que tenía en su mano derecha fue a dar debajo de la mesa;
Tirian pudo oír el tintineo que hizo al quebrarse en el suelo.
Entonces Tirian comprendió que esa gente podía verlo a él; lo miraban como quien ve
un fantasma. Pero advirtió que el que parecía rey y que se sentaba a la derecha del anciano
no se movió siquiera (aunque se puso pálido) y sólo empuñó firme su mano. Luego dijo:
—Habla, si no eres un fantasma o un sueño. Tienes aspecto de ser un narniano y