Page 21 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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IV LO QUE SUCEDIO AQUELLA NOCHE

       El Rey se sentía tan mareado después de que le pegaron, que apenas sabía lo que
estaba ocurriendo hasta que los calormenes le desataron las muñecas y le bajaron los
brazos a lo largo de su cuerpo y lo pusieron de espaldas contra un fresno. Luego ataron
cuerdas alrededor de sus tobillos y rodillas y su talle y su pecho y allí lo dejaron. Lo que más
le molestaba en ese momento —pues con frecuencia son las pequeñas cosas las que
resultan más difíciles de soportar— era que su labio sangraba donde lo habían golpeado y
no podía secarse el hilillo de sangre a pesar de que le hacía cosquillas.

       Desde donde se encontraba podía ver todavía el pequeño establo en la punta de la
colina y el Mono sentado frente a él. Alcanzaba a escuchar la voz del Mono que hablaba y
hablaba y, de vez en cuando, alguna respuesta de parte de la concurrencia, pero no
distinguía las palabras.

       —¿Qué habrán hecho con Alhaja? —se preguntaba el Rey.
       De pronto el conjunto de Bestias se dispersó y todos comenzaron a marcharse en
distintas direcciones. Algunos pasaron cerca de Tirian. Lo miraron como si estuvieran a la
vez asustados y pesarosos de verlo atado, pero nadie habló. Muy luego desaparecieron
todos y se hizo silencio en el bosque. Entonces comenzaron a pasar las horas y Tirian tuvo al
principio sed y luego hambre; y mientras la tarde se alargaba y caía el crepúsculo, empezó
también a sentir frío. Le dolía mucho la espalda. El sol bajó y comenzó el ocaso.
       Cuando ya estaba casi oscuro, Tirian escuchó un tamborileo de pasos ligeros y vio que
venían hacia él unas criaturas menudas. Las tres de la izquierda eran Ratones, y había un
Conejo en el medio; a la derecha venían dos Topos. Ambos traían unas pequeñas bolsas en
la espalda, que les daban un curioso aspecto en la oscuridad, de modo tal que al principio él
se preguntaba qué clase de bestias eran. Luego, en un momento, todos se pararon en sus
piernas traseras, apoyaron sus patas heladas en las rodillas del Rey y las cubrieron con
húmedos besos de animal. (Podían alcanzar sus rodillas, porque en Narnia las Bestias que
Hablan de esa especie eran más grandes que las bestias mudas de la misma especie en
Inglaterra.)
       —¡Nuestro Rey, nuestro querido Rey! —exclamaron sus voces chillonas—, estamos
tan apenados por ti. No nos atrevemos a desatarte, porque Aslan podría enojarse con
nosotros. Pero te hemos traído tu cena.
       En el acto el primer Ratón trepó ágilmente hasta encaramarse en la soga que ataba el
pecho de Tirian, y arrugaba su nariz roma justo frente al rostro de Tirian.
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