Page 18 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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Un murmullo de desaliento corrió en medio de las demás ardillas, y la Ardilla Jefe se
armó de valor para decir:

       —Por favor, ¿no podría Aslan en persona hablarnos acerca de esto? Si se nos
permitiera verlo...

       —Pero no podrán —replicó el Mono—. Tal vez en su excesiva bondad (aunque sea
mucho más de lo que ustedes merecen) salga por unos pocos minutos esta noche. Entonces
todos tendrán ocasión de darle una mirada. Pero no podrán conglomerarse a su alrededor y
acosarlo con preguntas. Todo lo que quieran decirle debe pasar a través mío: si es que
considero que vale la pena molestarlo a él. En tanto, ustedes, ardillas, es mejor que vayan a
procurarse esas nueces. Y asegúrense de que estarán aquí mañana en la tarde o les juro que
se ganarán una paliza.

       Las pobres ardillas salieron disparadas como si las persiguiera un perro. Esta nueva
orden fue algo terrible para ellas. Las nueces que habían acumulado con tanto esmero para
el invierno ya habían sido comidas; y de las pocas que quedaban, ya le habían dado al Mono
lejos más de lo que podían permitirse.

       Entonces una voz profunda, que pertenecía a un Jabalí peludo y de grandes colmillos,
se escuchó desde otra parte de la multitud.

       —Pero ¿por qué no podemos ver a Aslan como es debido y hablar con él? —
preguntó—. Cuando se aparecía en Narnia en los viejos tiempos, cualquiera podía hablar con
él cara a cara.

       —No lo creas —arguyó el Mono—. Y aunque fuera cierto, los tiempos han cambiado.
Aslan dice que ha sido hasta ahora demasiado blando con ustedes, ¿comprendes? Bueno,
no va a seguir siendo blando. Esta vez, él los va a disciplinar. ¡Les enseñará a creer que él es
un león domesticado!

       De entre las Bestias surgieron un sordo lamento y algunos gemidos; y, después, un
silencio mortal que era todavía más lastimero.

       —Y hay otra cosa más que deben aprender —continuó el Mono—. He oído que
algunos de ustedes dicen que soy un Mono. Pues no; soy un Hombre. Si parezco un Mono
es sencillamente por lo viejo que soy: tengo cientos y cientos de años. Y debido a mi vejez,
soy muy sabio. Y porque soy muy sabio soy el único a quien Aslan hablará. No se le puede
molestar para que hable con un montón de animales estúpidos. El me dirá a mí lo que
tienen que hacer ustedes, y yo se los comunicaré. Y les doy un consejo: háganlo todo con la
mayor rapidez, pues El no va a tolerar ninguna tontería.

       Hubo un silencio sepulcral, excepto el ruido de llanto de un tejón pequeñito a quien su
madre trataba de mantener callado.

       —Y ahora otra cosa —prosiguió el Mono, poniendo una nueva nuez dentro de su
carrillo—. He oído que algunos de los caballos dicen: “Apurémonos y liquidemos lo más
pronto posible este asunto de acarrear madera y volveremos a recuperar nuestra libertad”.
Bueno, pueden sacarse esa idea de sus cabezas inmediatamente. Y no crean que sólo los
caballos. Cualquiera capaz de trabajar será de ahora en adelante obligado a hacerlo. Aslan ha
convenido todo con el Rey de Calormen, el Tisroc, como lo llaman nuestros amigos de la
cara morena, los calormenes. Todos ustedes, caballos y toros y burros serán enviados a
Carlormen a ganarse la vida trabajando, de tiro y de carga como hacen todos los caballos y
sus semejantes en los demás países. Y ustedes, los animales que saben cavar como los topos
y los conejos y los Enanos, irán a trabajar a las minas del Tisroc. Y...

       —No, no, no —aullaron las Bestias—. No puede ser verdad. Aslan jamás nos vendería
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