Page 16 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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III EL MONO EN SU ESPLENDOR

       —Maese Caballo, Maese Caballo —dijo Tirian, mientras cortaba apresuradamente sus
correas—, ¿cómo han llegado estos extranjeros a esclavizarte? ¿Han conquistado Narnia?
¿Ha habido una batalla?

       —No, Señor —resolló el caballo—. Aslan está aquí. Todo es orden suya. El ha ordenado...
       —Ten cuidado, Rey —exclamó Alhaja.
      Tirian miró hacia arriba y vio que los calormenes (mezclados con unas pocas Bestias
que Hablan) corrían hacia ellos desde todos lados. Los dos muertos habían perecido sin un
grito, de modo que pasaron unos momentos antes de que los demás supieran lo que había
ocurrido. Pero ahora lo sabían. La mayoría traía sus cimitarras desnudas en la mano.
       —Rápido. Sobre mi lomo —dijo Alhaja.
       El Rey montó precipitadamente sobre el lomo de su amigo, quien se dio vuelta y
emprendió el galope. Cambió de rumbo dos o tres veces en cuanto se encontraron fuera de
la vista de sus enemigos, cruzó un arroyo, y gritó sin reducir el paso:
       —¿Hasta adónde, Señor? ¿A Cair Paravel?
       —Detente, amigo —respondió Tirian—. Déjame bajar. Se bajó del lomo del Unicornio
y lo miró a la cara.
       —Alhaja —dijo el Rey—. Hemos cometido un crimen horrible. —Fuimos
       gravemente provocados —replicó Alhaja.
       —Pero echarnos sobre ellos, que estaban desprevenidos..., sin desafiarlos..., estando
desarmados..., ¡uf! Somos dos asesinos, Alhaja. Estoy deshonrado para siempre.
      Alhaja dejó caer la cabeza. También él estaba avergonzado.
       —Y además —dijo el Rey—, el Caballo dijo que eran las órdenes de Aslan. La Rata dijo
lo mismo. Todos dicen que Aslan está aquí. ¿Mas si fuera verdad?
       —Pero, Señor, ¿cómo podría Aslan ordenar cosas tan horribles?
       —El no es un León domesticado —repuso Tirian—. ¿Cómo podríamos saber lo que
haría? Nosotros, que somos unos asesinos. Alhaja, yo voy a regresar. Depondré mi espada y
me entregaré en manos de aquellos calormenes y les pediré que me lleven ante Aslan. Deja
que él me haga justicia.
       —Irás a tu muerte, entonces —exclamó Alhaja.
       —¿Crees que me importa si Aslan me condena a muerte? —dijo el Rey—. No será nada,
absolutamente nada. ¿No sería mejor estar muerto antes que tener este terrible miedo de
que Aslan haya venido y no se parezca al Aslan en que hemos creído y a quien hemos
anhelado? Es como si un día el sol saliera y fuera un sol negro.

       —Ya lo sé —repuso Alhaja—. O como si bebieras agua y fuera agua seca. Tienes
razón, Señor. Este es el final de todo. Vamos y entreguémonos.

       —No es necesario que vayamos ambos.
       —Si alguna vez nos hemos querido, déjame ir contigo ahora —dijo el Unicornio—. Si tú
mueres y si Aslan no es Aslan, ¿qué vida me queda a mí?
      Se volvieron y regresaron juntos, derramando amargas lágrimas.
       En cuanto llegaron al sitio de los trabajos, los calormenes prorrumpieron en gritos y
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