Page 42 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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Instantes después ella estaba completamente despierta, al igual que los demás. En efecto, todos se encontraban
sentados, con sus ojos y sus bocas muy abiertos, escuchando un sonido..., precisamente el sonido que ellos creían (o
imaginaban) haber oído durante la caminatadelanocheanterior.Eraunsonidodecampanas.

    En cuanto las escuchó, el Castor, como un rayo, saltó fuera de la cueva. A lo mejor a ustedes les parece, como Lucía pensó por un momento, que
ésta era la mayor tontería que podía hacer. Pero, en realidad, era algo muy bien pensado. Sabía que podía trepar hasta la orilla del río entre las zarzas
y los arbustos, sin ser visto, pues,por sobretodo, quería ver quécamino tomaba el trineo de la Bruja. Sentados en la cueva, los demás
esperaban ansiosos. Transcurrieroncercadecincominutos.Entoncesescucharon voces.

    —¡Oh! —susurróLucía—.¡Lohanvisto!¡Ellalohaatrapado!

    Lasorpresafuegrandecuando,unpocomástarde,oyeronlavozdelCastorquelosllamabadesde afuera.

    —¡Todo está bien! —gritó—. ¡Salga, señora Castora! ¡Salgan, Hijos e Hijas de Adán y Eva! Todo está bien. No es suya.

    Por supuesto eso fue un atentado contra la gramática, pero así hablan los Castores cuando estánexcitados;quierodeciren
Narnia...,ennuestromundoellosnohablan...

    La señora Castora y los niños se atropellaron para salir de la cueva. Todos pestañearon a la luz del día. Estaban cubiertos de tierra,
desaliñados, despeinados y con el sueño reflejado en sus ojos.

    —¡Vengan! —gritaba el Castor, que por poco no bailaba de gusto—. ¡Vengan a ver! ¡Este es un golpe feo para la Bruja! Parece que su poder se
está desmoronando.

    —¿Qué quiere decir, señor Castor? —preguntó Pedro anhelante, mientras todos juntos trepaban por la húmeda ladera
del valle.

    —¿No les dije —respondió el Castor— que ella mantenía siempre el invierno y no había nuncaNavidad?¿Noselodije?¡Bien,
vengan a mirar ahora!

   Todos estaban ahora en lo alto y vieron...

   Era un trineo y eran renos con campanas en sus arneses. Pero éstos eran mucho más grandes que los renos de la Bruja, y no
eran blancos sino de color café. En el asiento del trineo se encontraba una persona a quien reconocieron en el mismo instante en que la vieron. Era un
hombre muy grande con traje rojo (brillante como la fruta del acebo), con un capuchón forrado en piel y una barba blanca que caía como
una cascada sobre su pecho. Todos lo conocían porque, aunque a esta clase de personas sólo se las ve en Narnia, sus retratos circulan
incluso en nuestro mundo..., en el mundo a este lado del armario. Pero cuando ustedes los ven realmente en Narnia, esalgo muy
diferente. Algunos de los retratos de Santa Claus en nuestro mundo muestran sólo una imagen divertida y feliz. Pero ahora los niños,
que lo miraban fijamente, pensaron que era muy distinto..., tan grande, tan alegre, tan real. Se quedaron inmóviles y se
sintieron muy felices, pero también muy solemnes.

    —He venido por fin —dijo él—. Ella me ha mantenido fuera de aquí por un largo tiempo, peroalfinlogréentrar,Aslanestáen
movimiento. La magia de ella se está debilitando.

    Lucía sintió un estremecimiento de profunda alegría. Algo que sólo se siente si uno es solemne y guarda silencio.
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