Page 40 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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—Ahora, señor Castor —dijo—, bájame ese jamón. Aquí hay un paquete de té, azúcar y fósforos.Sialguienquiere,puede
tomardosotrespanesdeesavasija,allá,en elrincón.

    —¿Qué está haciendo, señora Castora? —preguntó Susana.

    —Preparo una bolsa para cada uno de nosotros, querida —dijo con voz serena—. ¿Ustedes nohanpensadoqueestaremos
afuera durante una jornada sin nada que comer?

    —¡Pero no tenemos tiempo! —replicó Susana, abotonando el cuello de su abrigo—. Ella puede estar aquí en cualquier
momento.

    —Eso es lo que yo digo —intervino el Castor.

    —Adelántate con todos ellos —le dijo calmadamente su mujer—. Pero piénsalo con tranquilidad:ellanopuedellegarhasta
aquíporlomenoshastauncuartodehoramás.

    —Pero, ¿no es mejor que tengamos la mayor ventaja posible —dijo Pedro— para llegar a la Mesa de Piedra antes que
ella?

    —Usted tiene que recordar eso, señora Castora —dijo Susana—. Tan pronto como ella descubraquenoestamosaquí,seirá
hacia allá con la mayor velocidad.

    —Eso es lo que ella hará —dijo la señora Castora—. Pero nosotros no podremos llegar antes que ella, hagamos lo que hagamos, porque ella
viajará en su trineo y nosotros iremos a pie.

    —Entonces..., ¿no tenemos ninguna esperanza? —preguntó Susana.

    —¡Por Dios! ¡No te pongas majadera ahora! —exclamó la señora Castora—. Toma inmediatamente media docena de
pañuelosdeesecajón...¡Claroquetenemosesperanzas!Esimposiblellegarantesqueella,peropodemosmantenernosa cubierto,avanzardeuna
manera inesperada para ella y, a lo mejor, logramos llegar.

    —Muy cierto, señora Castora —dijo su marido—. Pero ya es hora que salgamos de aquí.

    —¡No empieces tú también a molestar! —dijo ella—. Así está mejor. Aquí están las bolsas. La más pequeña, para la
menor de todos nosotros. Esa eres tú, querida —agregó mirando a Lucía.

    —¡Oh! ¡Por favor, vamos! —dijo Lucía.

    —Bien, estoy casi lista —contestó la señora Castora, y al fin permitió que su marido la ayudara a ponerse sus botas
para la nieve—. Me imagino que la máquina de coser es demasiado pesada para llevarla...

    —Sí, lo es —dijo el Castor—. Mucho más que demasiado pesada. No pretenderás usarla durante la fuga, supongo...

    —No puedo siquiera soportar el pensamiento de esa Bruja tocándola —dijo la señora Castora—,orompiéndola,o
robándosela..., lo crean o no.

    —¡Oh, porfavor,porfavor,porfavor!¡Apresúrese!—exclamaronlostresniños.

    Por fin salieron y el Castor echó llave a la puerta («Esto la demorará un poco», dijo) y se fueron.Cadaunollevabasubolsa
sobreloshombros.
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