Page 36 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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Ahora, por supuesto,ustedes quieren saberqué lehabía sucedido a Edmundo. Había comido detodo en la casa del Castor, pero no pudo gozar
denada,porqueduranteesetiemposólopensóenlasDelicias turcas, ynohaynadaqueecheaperdermáselgustodeunabuenacomidacomo
el recuerdo de otra comida mágica pero perversa. También había escuchado la conversación, la cual tampoco le agradó mucho porque él seguía
convencido que los demás no lo tomaban en cuenta ni le hacían ningún caso. A decir verdad, no era así, pero lo imaginaba.
Escuchó lo que hablaban hasta el momento en que el Castor se refirió a Aslan y a los preparativos para encontrarlo en
la Mesa de Piedra. Fue entonces cuando comenzó a avanzar muy despacio y disimuladamente hacia la cortina que colgaba
sobre la puerta. El nombre de Aslan le provocaba un sentimiento misterioso de horror, así como en los demás producía
sólo sensaciones agradables.
Cuando el Castor les repetía el verso sobre La carne de Adán y los huesos de Adán, justo en ese momento Edmundo
daba vuelta silenciosamente a la manija de la puerta. Antes que el Castor les relatara que la Bruja no era realmente
humana, sino mitad gigante y mitad Jinn, Edmundosaliódelacasa,yconelmayorcuidadocerrólapuertatrasél.
A pesar de todo, ustedes no deben pensar que Edmundo era tan malvado como para desear que sus hermanos fueran transformados en
piedra. Lo que sí quería era comer Delicias turcas y ser un Príncipe (y, más tarde, un Rey) y, también, devolverle la mano a Pedro
por haberlo llamado «animal».
EncuantoaloquelaBrujapudierahaceralosdemás,noqueríaquefueramuyamableconsus hermanos —no quería, por supuesto, que
los pusiera a la misma altura que a él—, pero creía, o trataba de convencerse que creía, que ella no les haría nada
especialmente malo. «Porque —se dijo— todas esas personas que hablan mal de ella y cuentan cosas horribles, son sus enemigos. Alo mejor
ni siquiera la mitad de lo que dicen es verdad. Fue muy encantadora conmigo, mucho más que todos ellos. Confío en que ella es,
verdaderamente, la Reina Legítima.¡Detodasmaneras,debesermejorqueeltemibleAslan!»
Al fin, ésa fue la excusa que elaboró en su propia mente. Sin embargo no era una buena excusa,puesenlomásprofundodesu
sersabíaquelaBrujaBlancaeramalaycruel.
Cuando Edmundo salió, lo primero que vio fue la nieve que caía alrededor de él; se dio cuenta entonces que había dejado su
abrigo en casa del Castor y, por supuesto, ahora no tenía ninguna posibilidad de volver a buscarlo. Ese fue su primer tropiezo. Luego
advirtió que la luz del día casi había desaparecido. Eran cerca de las tres de la tarde en el momento en que se habían
sentado a comer, y en el invierno los días son muy cortos. No había contado con este problema; tendría que arreglárselas
lo mejor que pudiera. Se subió el cuello y caminó por el dique (afortunadamente no estaba tan resbaladizo desde que
había nevado) hacia la lejana ribera del río.
Cuando llegó a la orilla, las cosas se pusieron peores. Estaba cada vez más oscuro, y esto, junto a los copos de nieve que
giraban a su alrededor como un remolino, no lo dejaba ver a más de tres metros delante de él. Tampoco existía un camino.
Se deslizó muy profundamente por montones de nieve, se arrastró en lodazales helados, tropezó con árboles caídos,
resbaló enlariberadelrío,golpeósuspiernascontralasrocas...,hastaqueestuvoempapado,muertode frío y completamente magullado. El
silencio y la soledad eran aterradores. Realmente creo que podría haber olvidado su plan y regresado para recuperar la amistad de los
demás, si no se le hubiera ocurrido decirse a sí mismo: «Cuando sea Rey de Narnia, lo primero que haré será construir buenos
caminos». Por supuesto, la idea de ser Rey y de todas las cosas que podría hacer, le dio bastante ánimo.