Page 13 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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—Pero, ¿qué eres tú? —preguntó la Reina otra vez—. ¿Eres un enano superdesarrollado que se cortó la barba?

    —No, su Majestad. Nunca he tenido barba. Soy un niño —dijo Edmundo, sin salir de su asombro.

    —¡Un niño! —exclamó ella—. ¿Quieres decir que eres un Hijo de Adán?

    Edmundo se quedó inmóvil sin pronunciar palabra. Realmente estaba demasiado confundido como para entender el significado de la
pregunta.

    —Veo que eres idiota, además de ser lo que seas —dijo la Reina—. Contéstame de una vez por todas, pues estoy a punto de perder la
paciencia.¿Eresunserhumano?

    —Sí, Majestad —dijo Edmundo.

    —¿Se puede saber cómo entraste en mis dominios? —Vine a

    través de un ropero, su Majestad. —¿Un ropero? ¿Qué quieres

    decir con eso?

    —Abrí la puerta..., y me encontré aquí, su Majestad —explicó Edmundo.

    —¡Ah! —dijo la Reina más para sí misma que para él—. Una puerta. ¡Una puerta del mundo de los hombres! Había oído cosas
semejantes. Eso puede arruinarlo todo. Pero es uno solo y parece muy fácil de contentar...

    Mientras murmuraba estas palabras, se levantó de su asiento y con ojos llameantes miró fijamentealacaradeEdmundo.Al
mismo tiempo levantó su vara.

    Edmundo tuvo la seguridad que ella haría algo espantoso, pero no fue capaz de moverse. Entonces,cuandoélyasedabapor
perdido, ella pareció cambiar sus intenciones.

    —Mi pobre niño —le dijo con una voz muy diferente—. ¡Cuán helado pareces! Ven a sentarte en el trineo a mi lado y te cubriré con mi manto.
Entoncespodremosconversar.

    Esta solución no le gustó nada a Edmundo. Sin embargo, no se hubiera atrevido jamás a desobedecerle. Subió al trineo y se
sentóalospiesdelaReina.Elladesplegósupielalrededordel niño y lo envolvió bien.

    —¿Te gustaría tomar algo caliente? —le preguntó.

    —Sí, porfavor,su Majestad—dijoEdmundo,cuyosdientescastañeteaban.

    La Reina sacó de entre los pliegues de sus mantos una pequeñísima botella que parecía de cobre. Entonces estiró el
brazo y dejó caer una gota de su contenido sobre la nieve, junto al trineo. Por un instante, Edmundo vio que la gota
resplandecía en el aire como un diamante. Pero, en el momento de tocar la nieve, se produjo un ruido leve y allí apareció
una taza adornada de piedras preciosas, llena de algo que hervía. Inmediatamente el Enano la tomó y se la entregó a Edmundo con una
reverencia y una sonrisa; pero no fue una sonrisa muy agradable.

   Tan pronto comenzó a beber, Edmundo se sintió mucho mejor. En su vida había tomado una bebida como ésa. Era muy dulce, cremosa y llena de
espuma.Sintióqueellíquidolocalentabahasta la punta de los pies.
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