Page 16 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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Edmundo miraba todavía como desaparecía el trineo cuando oyó que alguien lo llamaba. Dio media vuelta y divisó a Lucía que venía hacia él
desdeotropuntodelbosque.
—¡Oh, Edmundo!—exclamó—.Tútambiénviniste.Dimesinoesmaravilloso.
—Bien, bien —dijo Edmundo—. Tenías razón después de todo. El armario es mágico. Te pediré perdón, si quieres... Pero, ¿me
puedesdecirdóndetehabíasmetido?Tehebuscadoportodas partes.
—Si hubiera sabido que tú también estabas aquí, te habría esperado —dijo Lucía. Estaba tan contenta y excitada que no advirtió el
tono mordaz con que hablaba Edmundo, ni lo extraña y roja que se veía su cara—. Estuve almorzando con el querido señor
Tumnus, el Fauno. Está muy bien y la Bruja Blanca no le ha hecho nada por haberme dejado en libertad. Piensa que ellano se
haenterado,asíesquetodovaaandarmuybien.
—¿LaBrujaBlanca?—preguntóEdmundo—.¿Quiénes?
—Es una persona terrible —aseguró Lucía—. Se llama a sí misma Reina de Narnia, a pesar que no tiene ningún derecho.
Todos los Faunos, Dríades y Náyades, todos los enanos y animales (por lo menos los buenos) simplemente la odian. Puede
transformar a la gente en piedra y hacer toda clase de maldades horribles. Con su magia mantiene a Narnia siempre en
invierno; siempre es invierno, pero nunca llega Navidad. Anda por todas partes en un trineo tirado por renos, con su vara en la
mano y la corona en su cabeza.
Edmundo comenzaba a sentirse incómodo por haber comido tantos dulces. Pero cuando escuchó que la Dama con
quien había hecho amistad era una bruja peligrosa, se sintió mucho peor todavía. Pero aun así, tenía ansias de comer
Delicias turcas. Lo deseaba más que cualquier otra cosa.
—¿QuiéntedijotodoesoacercadelaBrujaBlanca?—preguntó.—El señor Tumnus, el
Fauno —contestó Lucía.
—NopuedestomarenseriotodoloquelosFaunoshablan—dijoEdmundo,dándoseairesdesaber mucho más que Lucía.
—Y a ti, ¿quién te ha dicho una cosa semejante? —preguntó Lucía.
—Todo el mundo lo sabe —dijo Edmundo—. Pregúntale a quien quieras. Además es una tonteríaquesigamosaquí,parados
sobre la nieve. Vamos a casa.
—Vamos—dijoLucía—.¡Oh,Edmundo,estoytancontentaporquetúhayasvenidotambién!Los demás tendrán que creer en Narnia,
ahora que ambos hemos estado aquí. ¡Qué entretenido será!
Pero Edmundo pensaba secretamente que no sería tan divertido para él como para ella. Debería admitir ante los demás que
Lucía tenía razón. Por otra parte, estaba seguro que todos estarían de parte de los Faunos y los animales. Y él ya estaba casi
totalmente del lado de la Bruja. No sabía qué iba a decir, ni cómo guardaría su secreto cuando todos estuvieran hablando
de Narnia.
Habían caminado ya un buen trecho cuando de pronto sintieron alrededor de ellos el contacto de las pieles de los
abrigos, en lugar de las ramas de los árboles. Un par de pasos más y seencontraron fuera delropero, en elcuarto vacío.