Page 8 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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—¡Escucha! —exclamó Alhaja, ladeando la cabeza y levantando 1as orejas. —¿Qué
       pasa? —preguntó el Rey.
       —Cascos, Señor —repuso Alhaja—. Un caballo al galope. Un caballo muy corpulento.
Ha de ser uno de los centauros. Y mira, ya está aquí.
      Un enorme Centauro de dorada barba, con sudor humano en su frente y sudor de
caballo en sus ancas color castaña, llegó a toda velocidad ante el Rey, se detuvo, e hizo una
profunda reverencia.
       —¡Salve, Rey! —gritó con una voz grave como la de un toro.
       —¡Eh, allá adentro! —exclamó el Rey, mirando por encima de su hombro en dirección
a la puerta del pabellón de caza—. Un tazón de vino para el noble Centauro. Bienvenido,
Perspicaz. Cuando hayas recuperado el aliento nos contarás qué te trae por aquí.
       De la casa salió un paje llevando un inmenso tazón de madera, de curioso tallado, y se
lo pasó al Centauro. El Centauro levantó el tazón diciendo:
       —Bebo en primer lugar por Aslan y por la verdad, Señor, y en segundo lugar por Su
Majestad.
       Bebió el vino (suficiente como para seis hombres fornidos) de un solo sorbo y devolvió
el tazón vacío al paje.
       —Y ahora, Perspicaz —dijo el Rey—, ¿traes más noticias sobre Aslan? Perspicaz
       estaba muy serio, y fruncía un poco el entrecejo.
       —Señor —dijo—. Sabes que he vivido largos años y sabes lo mucho que he estudiado
los astros; pues nosotros los Centauros vivimos más que vosotros los Hombres, y aún más
que los de tu especie, Unicornio. Nunca en todos mis días he visto cosas tan terribles
escritas en los cielos como las que aparecen noche a noche desde que comenzó este año.
Las estrellas no dicen nada de la venida de Aslan, ni de paz, ni de alegría. Gracias a mis artes
sé que desde hace quinientos años no ha habido una conjunción tan desastrosa de los
planetas. Ya tenía en mente venir a advertir a Su Majestad que algún mal muy grande se
cierne sobre Narnia. Pero anoche me llegó el rumor de que Aslan anda por Narnia. Señor,
no creas esta patraña. No puede ser. Las estrellas no mienten jamás, pero los Hombres y los
Animales sí. Si efectivamente Aslan fuese a venir a Narnia, el cielo lo habría vaticinado. Si
realmente hubiese venido, las más amables estrellas se habrían reunido en su honor. Es una
mentira.
       —¡Una mentira! —exclamó el Rey, con violencia—. ¿Qué criatura en Narnia o en todo el
mundo osaría mentir sobre algo así?
      Y, sin darse cuenta, puso su mano sobre la empuñadura de su espada.
       —Eso no lo sé, mi Rey —respondió el Centauro—. Pero sé que hay mentirosos en la
tierra; no los hay entre los astros.
       —Me pregunto —intervino Alhaja—, si acaso Aslan no vendría aunque todas
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