Page 11 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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—Con todo gusto, Señor —dijo Perspicaz.
      Y al instante se volvió y emprendió el galope por el valle rumbo al este.
       El Rey caminaba a grandes zancadas, musitando para sí mismo algunas veces y otras
apretando los puños. Alhaja iba a su lado, sin decir una palabra; de manera que no había el
menor ruido, salvo el tenue tintinear de una espléndida cadena de oro que colgaba del
cuello del Unicornio, y el resonar de dos pies y cuatro cascos.
       Pronto llegaron al río y siguieron hacia arriba por un camino cubierto de hierba:
tenían el río a su izquierda y la selva a su derecha. Poco después llegaron al lugar donde el
suelo se hacía más áspero y un espeso bosque bajaba hasta el borde del agua. El camino, lo
que había de él, continuaba ahora por la ribera sur y tuvieron que vadear el río para
tomarlo. El agua le subía a Tirian hasta el pecho, por lo que Alhaja (que tenía cuatro patas y
era por lo tanto mucho más firme) se colocó a su derecha para cortar la fuerza de la
corriente, y Tirian puso su robusto brazo alrededor del robusto cuello del Unicornio y
ambos lograron salir sanos y salvos. El Rey estaba todavía tan furioso que apenas notó lo
fría que estaba el agua. Sin embargo, en cuanto llegaron a la playa secó cuidadosamente su
espada en el hombro de su capa, que era la única parte seca de su vestimenta.

      Ahora se encaminaban al oeste con el río a su derecha y el Páramo del Farol justo
frente a ellos. No habían andado más de mil metros cuando se detuvieron bruscamente y
ambos hablaron a la vez. El Rey dijo: “¿Qué es esto que hay aquí?” y Alhaja dijo: “¡Mira!”

       —Es una balsa —dijo el Rey Tirian.
      Y era una balsa. Media docena de espléndidos troncos de árbol, recién cortados y
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