Page 12 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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recién podados, habían sido amarrados unos con otros para construir una balsa, y se
deslizaban velozmente río abajo. En la parte delantera de la balsa iba una rata almizclera
guiándola con una vara.
—¡Eh! ¡Rata Almizclera! ¿Qué estás haciendo? —gritó el Rey.
—Llevo los troncos para vendérselos a los calormenes, Señor —contestó la Rata,
tocando su oreja al saludar como lo habría hecho con su gorra si la hubiese tenido.
—¡Calormenes! —rugió Tirian—. ¿Qué quieres decir? ¿Quién ordenó derribar
aquellos árboles?
El río fluye tan rápido en esa época del año que la balsa ya había dejado atrás al Rey y a
Alhaja. Pero la Rata Almizclera miró hacia atrás por encima de su hombro y gritó:
—Ordenes del León, Señor. Del propio Aslan.
Añadió algo más pero no pudieron oírlo.
El Rey y el Unicornio se miraron fijamente y ambos parecían más asustados de lo que
habían estado jamás en cualquiera batalla.
—Aslan —murmuró finalmente el Rey, en voz muy baja—. Aslan. ¿Podrá ser verdad?
¿Podría él estar derribando los árboles sagrados y asesinando a las Dríades?
—A menos que todas las Dríades hayan hecho algo espantosamente malo — musitó
Alhaja.
—¡Pero vendérselos a los calormenes! —exclamó el Rey—. ¿Será posible? —No
lo sé —repuso Alhaja, tristemente—. No es un León domesticado.
—Bien —dijo el Rey por fin—, tendremos que seguir adelante y enfrentar la aventura
que se nos presenta.