Page 13 - 07. Saga Las Cronicas De Narnia
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—Es lo único que nos queda por hacer, Señor —repuso el Unicornio.
       No comprendía por el momento la locura que era seguir adelante los dos solos;
tampoco lo pensó el Rey. Estaban demasiado enojados para pensar con claridad. Pero al
final, grandes males sobrevinieron por culpa de su temeridad.
       De repente el Rey se apoyó con todas sus fuerzas en el cuello de su amigo e inclinó la
cabeza.
       —Alhaja —dijo—, ¿qué se nos avecina? Horribles pensamientos anidan en mi corazón.
Seríamos más felices si hubiéramos muerto antes de este día.

       —Sí —asintió Alhaja—. Hemos vivido demasiado tiempo. Nos ha acontecido lo peor
que podía acontecernos.

      Se quedaron en silencio por algunos minutos y luego continuaron.
       Muy pronto pudieron oír los machetazos de las hachas sobre la madera, a pesar de
que no veían nada todavía, porque había una pendiente frente a ellos. Cuando llegaron a la
cima, lograron ver perfectamente todo el Páramo del Farol. Y el rostro del Rey se demudó.
      Justo en medio de aquella antigua selva —aquella selva donde una vez brotaron
árboles de oro y de plata y donde una vez un niño de nuestro mundo plantó el Árbol de la
Protección— vieron abierto un ancho camino. Era un sendero monstruoso, semejante a una
tosca cuchillada en la tierra, lleno de surcos de barro por donde los árboles derribados
habían sido arrastrados hasta el río. Había una enorme cantidad de gente trabajando, y un
chasquido de látigos, y caballos forcejeando y tironeando a medida que acarreaban los
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