Page 22 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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—¡Santo Dios! —gritó Pedro—. ¡Miren allá..., y allá! Hay árboles por todos lados. Y esto húmedoesnieve.Deverdadcreoque
hemos llegado al bosque de Lucía después de todo.
Ahoranohabíalugaradudas.Loscuatroniñossequedaronperplejosantelaclaridaddeunfrío díadeinvierno.Traselloscolgabanlosabrigosen
susperchas;alfrenteselevantabanlosárboles cubiertos de nieve.
Pedro se volvió inmediatamente hacia Lucía.
—Perdónamepornohabertecreído.Losientomucho.¿Medaslamano?—Por supuesto —dijo Lucía, y
así lo hizo.
—Y ahora —preguntó Susana—, ¿qué haremos?
—¿Que qué haremos? —dijo Pedro—. Ir a explorar el bosque, por supuesto.
—¡Uf! —exclamóSusana,golpeandosuspiesenelsuelo—.Hacedemasiadofrío.¿Quétalsinos ponemos algunos de estos abrigos?
—No son nuestros —dijo Pedro, un tanto dudoso.
—Estoy segura que a nadie le importará —replicó Susana—. Esto no es como si nosotros quisiéramossacarlosdelacasa.Ni
siquiera los vamos a sacar del ropero.
—Nunca lo habría pensado así —dijo Pedro—. Ahora veo, tú me has puesto en la pista. Nadie podría decir que te has
llevado el abrigo mientras lo dejes en el lugar en que lo encontraste.Yyosupongoqueestepaísentero estádentrodeesteropero.
Inmediatamente llevaron a cabo el plan de Susana. Los abrigos, demasiado grandes para ellos, les llegaban a los talones. Más
bien parecían mantos reales. Pero todos se sintieron muy confortables y, al mirarse, cada uno pensó que se veían mucho mejor en sus nuevos
atuendosy más de acuerdo con el paisaje.
—Imaginemos que somos exploradores árticos —dijo Lucía
—A mí me parece que la aventura ya es suficientemente fantástica como para imaginarse otra cosa —dijo Pedro,
mientras iniciaba la marcha hacia el bosque. Densas nubes oscurecían elcieloyparecíaqueantesdeanochecervolveríaanevar.
—¿No creen que deberíamos ir más hacia la izquierda si queremos llegar hasta el farol? — preguntó Edmundo. Olvidó
por un instante que debía aparentar que jamás había estado antes en aquel bosque. En el momento en que esas palabras salieron de
suboca,sediocuentaquesehabíatraicionado.Todossedetuvieron,todoslo miraron fijamente.Pedro lanzó unsilbido.
—Entonces era cierto que habías estado aquí, como aseguraba Lucía —dijo—. Y tú declaraste que ella mentía...
Se produjo un silencio mortal.
—Bueno, de todos los seres venenosos... —dijo Pedro, y se encogió de hombros sin decir nadamás.Enrealidadnohabíanada
másquedeciry,deinmediato,loscuatroreanudaronlamarcha.PeroEdmundopensabaparasímismo:«Ya melaspagarántodosustedes,manada
depedantes, orgullosos y satisfechos».
—¿Hacia dónde vamos? —preguntó Lucía, sólo con la intención de cambiar el tema.