Page 4 - 01. Saga Las Cronicas De Narnia
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Seinclinóparatocarelsuelo.Peroenlugardesentirelcontactofirmeylisodelamadera,tocó algo suave, pulverizado y extremadamente
frío. «Esto sí que es raro», pensó y dio otros dos pasos hacia adelante.
Un instante después advirtió que lo que rozaba su cara ya no era suave como la piel sino duro, áspero e, incluso,
clavaba.
—¿Cómo? ¡Parecen ramas de árboles! —exclamó.
Entonces vio una luz frente a ella; no estaba cerca del lugar donde tendría que haber estado el fondo del ropero, sino muchísimo más
lejos. Algo frío y suave caía sobre la niña. Un momento después se dio cuenta que se encontraba en medio de un bosque;
además era de noche,habíanievebajosuspiesygruesoscoposcaíanatravésdelaire.
Lucía se asustó un poco, pero a la vez se sintió llena de curiosidad y de excitación. Miró hacia atrás y entre la oscuridad
de los troncos de los árboles pudo distinguir la puerta abierta del ropero e incluso la habitación vacía desde donde había
salido. (Por supuesto, ella había dejado la puerta abierta, pues pensaba que era la más grande de las tonterías encerrarse
uno mismo en un guardarropa.) Parecía que allá era de día. «Puedo volver cuando quiera, si algo sale mal», pensó,
tratando de tranquilizarse. Comenzó a caminar —cranch-cranch— sobre la nieve y a través del bosque, hacia la otra luz, delante de
ella.
Cerca de diez minutos más tarde, Lucía llegó hasta un farol. Se preguntaba qué significado podría tener éste en medio
de un bosque, cuando escuchó unos pasos que se acercaban. Segundosdespuésunapersonamuyextrañasaliódeentrelosárbolesyse
aproximóalaluz.
EraunpocomásaltaqueLucía.Sobresucabezallevabaunparaguastodoblancodenieve.De la cintura hacia arriba tenía el aspecto de
un hombre, pero sus piernas, cubiertas de pelo negroybrillante,parecíanlasextremidadesdeuncabrío.Enlugardepiesteníapezuñas.
En un comienzo, la niña no advirtió que también tenía cola, pues la llevaba enrollada en el mango del paraguas para
evitar que se arrastrara por la nieve. Una bufanda roja le cubría el cuello y su piel era también rojiza. El rostro era pequeño
y extraño pero agradable; tenía una barba rizada y un par de cuernos a los lados de la frente. Mientras en una mano
llevaba el paraguas, en la otra sostenía varios paquetes con papel de color café. Éstos y la nieve hacían recordar las
compras de Navidad. Era un Fauno. Y cuando vio a Lucía, su sorpresa fue tan grandequetodoslospaquetesrodaronporelsuelo.
—¡Cielos! —exclamó el Fauno.
CAPÍTULO 2
LO QUE LUCÍA ENCONTRÓ ALLÍ